La muerte del magnate de la prensa, coloca en el debate público, por enésima vez, el rol de los civiles en la creación de las condiciones para el golpe de Estado y luego en la instauración de una dictadura terrorista, como herramienta esencial para imponer brutales transformaciones económicas neoliberales. En todas las etapas de este proceso destacó la actuación de Agustín Edwards.

Edwards, no solo encabezó la conjura internacional en contra del gobierno legítimo de Salvador Allende. Desde las páginas de sus periódicos brindó cobertura a las operaciones más salvajes de terrorismo de Estado, en una suerte de división del trabajo, donde la DINA secuestraba, torturaba y desaparecía y sus diarios desinformaban e intentaban encubrir los crímenes. Así operó en el caso de los 119 detenidos desaparecidos, a los cuales se intentó presentar como asesinados por sus propios camaradas o muertos en supuestos enfrentamientos con la gendarmería argentina. Incluso, en el caso de Lumi Videla, el Mercurio publicó una viñeta festinando el asesinato y lanzamiento del cadáver de la dirigente mirista al interior de la embajada de Italia.

Esta labor sistemática de falseamiento y de menosprecio y escarnio hacia las víctimas, motivaron al Tribunal Nacional de Ética y Disciplina del Colegio de Periodistas de Chile a expulsarlo de la orden, en mayo de 2015.

La Corporación Villa Grimaldi lamenta la impunidad que benefició a Edwards, especialmente durante la post dictadura. Personajes como él, plantean el desafío hacia el futuro de castigar con severidad no solo a los victimarios uniformados, sino también a los civiles que instigan y se hacen cómplices de la maquinaria terrorista. Sólo de esta forma se podrán establecer mayores garantías de no repetición de crímenes tan atroces, como los que encubrió el dueño de la cadena de periódicos El Mercurio.