El colectivo Costura a Máquina presentó en el Parque por la Paz Villa Grimaldi su propuesta creativa Huellas, arte, cuerpo y memoria en la que las y los intérpretes abordan el cruce entre la violencia contra las mujeres y la violencia política, interviniendo espacios cotidianos, a través de la improvisación y el contacto directo con el espectador, cruzando teatro, danza y performance. Una de las protagonistas de este trabajo, es la actriz Adela Secall, la que abordó el contenido de la obra y también expresó su dolor ante la coyuntura chilena relativa a la libertad de los criminales de lesa humanidad y el negacionismo sobre los crímenes de la dictadura.

Para la actriz, este proyecto, al que fue convocada por Elizabeth Lewin, “es una experiencia de memoria y derechos humanos, donde nos planteamos hacer un cruce entre la violencia de género y la violencia política, porque siempre se nos aparecieron vinculados, y que se reafirmó desde el trabajo que hicimos con las experiencias biográficas de las intérpretes del grupo”. Explica que ese fue el origen de este montaje, que además de Villa Grimaldi, tuvo otras seis presentaciones, en diferentes lugares, “como fue el Camarín del Estadio Nacional, donde ya estuvimos, en liceos como el Carmela Carvajal y el Miguel de Cervantes, y también en la calle, en la comuna de Recoleta”.

Sobre la selección de los espacios, Secall explica que “son lugares que de alguna manera eran conocidos, sabíamos de ellos o éramos parte de ellos también algunos integrantes del grupo, ya que familiares o conocidos estuvieron detenidos en los lugares donde lo estamos presentando”.  Añade que “como la creación es también a partir del trabajo biográfico que vamos haciendo, entonces es muy interesante situarnos y hacer la obra donde ocurrieron cosas que son parte de nuestra historia”.

Indica que “fueron lugares que nosotros elegimos, y dentro de esa experiencia queríamos estar en sitios históricos de la memoria de Chile. Queríamos también que nuestro público fueran los más jóvenes, además del público general, y por ejemplo pudiéramos llegar a los que hacen los recorridos pedagógicos en los sitios de memoria”.

Sobre esta idea de llegar a nuevas audiencias, Secall, cree que es muy importante, “sino vamos a quedarnos viendo las cosas que hacemos entre nosotros mismos, y eso es algo que nos encapsula, hay que llegar a otros y otras. Este proyecto nos permite eso en los sitios de memoria, y en la vía pública también nos resulta porque está la gente que está en la calle, que circula libremente por ella”. Cada una de estas presentaciones termina con un diálogo con los asistentes, donde el grupo aborda estas historias excluidas de las mujeres, la memoria de lo omitido, “donde dejamos de manifiesto la historia real de las mujeres, singularizamos sus experiencias, sacamos fueran la posición de víctima, visibilizamos las libertades ganadas, y convertimos la violencia en una pregunta”.

Finalmente, relacionando su labor artística y la coyuntura en materia de derechos humanos y memoria que ha enfrentado la sociedad chilena en las últimas semanas, Adela Secall expresa que “no hago más que sentir que tengo que seguir haciendo mi trabajo, todas las veces que sea posible, una y otra vez, y hacer muchas intervenciones más, y esa es mi manera de poder transmitir lo que nos pasa con eso, con el horror”. Concluye manifestando que “lo que siento es muy personal por supuesto, pero lo que uno siente es muy terrible, muy complejo, pero es una sensación muy grande de injusticia e impunidad, que es muy dolorosa”.