Una visita académica realizó al Parque por la Paz Villa Grimaldi, la investigadora y periodista italiana Francesca Capelli, quien se encuentra realizando su doctorado en la Universidad de Buenos Aires, indicando que “para mí que soy una ‘especialista’ en Argentina, mirar lo que se hace en otro país, en una perspectiva no de comparación, que tal vez presupone un juicio de valor, sino de interdiscursividad y transtextualidad, fue muy importante”. En la oportunidad se reunió con Daniel Rebolledo, Coordinador del Área Museo, y Omar Sagredo, encargado del Archivo Oral.

Capelli es socióloga, licenciada en Ciencias Políticas de la universidad de Bologna, y estudió en la maestría de Comunicación y cultura de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente sus investigaciones se concentran sobre memoria y testimonio. Además de desempeñar actividad docente, es corresponsal en Buenos Aires para medios europeos.

Señaló que su visita al parque fue una “experiencia muy emotiva, por lo que sabemos que pasó en Villa Grimaldi. Había visitado el Museo de la Memoria y desde el lado emocional fueron dos días de gran desgaste”. Le llamó la atención que Villa Grimaldi no se llame ‘parque de la memoria’, sino ‘por la paz’. Indicó que, “en Argentina, por ejemplo, se hace mucho hincapié sobre la palabra ‘memoria’, porque ‘paz’ presupone una reconciliación que no puede darse”.

Añadió que hubo un proyecto en los noventa, bajo el gobierno de Carlos Menem, “de destruir la ESMA para construir un ‘parque de la paz’, pero en este caso era algo muy diferente de lo que es Villa Grimaldi. O sea, el proyecto tenía que ver con un verdadero parque de disfrute para el tiempo libre, sin ninguna relación con la historia reciente del país. En el caso de Villa Grimaldi, claramente, el elemento memoria, aunque no mencionado en el nombre, es vivo y contundente y no deja lugar a dudas sobre el objetivo del sitio y la postura política”.

Comentó también la relevancia de la existencia de una Ley de Sitios de Memoria, tal como ocurre en Argentina, manifestando que “al tener una ley del Estado, las políticas se hacen menos esporádicas y precarias, sobre todo para los recursos que el Estado destina a estos sitios y a las iniciativas que están alrededor: talleres, visitas de las escuelas, capacitaciones”.

Señaló que hay que entender que “la memoria no se nutre solo del pasado, sino también del presente y de los proyectos y las miradas sobre el futuro. Al tener una ley se ponen estos sitios en una posición de relativa seguridad frente a cambios políticos, como estamos viviendo ahora en Argentina”.

Sobre las políticas estatales de memoria, señaló que desde su conocimiento desde en Argentina, le resulta interesante el trabajo que se ha hecho en los últimos diez años donde se rescató la militancia de las víctimas que, hasta los noventa, estaban descritas principalmente como personas que no pertenecían a alguna formación política y que habían terminado presas de manera azarosa, o como pibes modelos (el mejor alumno de la escuela, el mejor médico del hospital…). Eso significaba sacarles subjetividad y responsabilidad y no hacerles justicia”.

Otro aspecto que destaca es la participación de todos en el debate sobre la memoria, y pone por ejemplo el destino que se le asignó a la ESMA una vez que fue expropiada a las Fuerzas Armadas. Algunas organizaciones pensaban que no se debía intervenir y el Estado, que había puesto recursos importantes, no podía aceptar que un predio tan grande quedara inutilizado. Así se llegó al acuerdo de hacer la biblioteca, el teatro y la sala de exposiciones donde antes estaban las oficinas, lejos del lugar de detención, por un tema de respeto.

Explica que esta solución no fue satisfactoria para todos, pero fue el resultado de una discusión muy amplia. “Creo que estas tensiones hacen parte del proceso político y no hay que escamotearlas, sino tematizarlas. La memoria es el resultado de una disputa, no solo entre partes en pugna, sino también entre partes que están del mismo lado”.
 
Manifestó finalmente que le parece muy importante la formación a los docentes en estas materias. Señala que, si bien en Argentina “la memoria forma parte del currículo nacional, hay profesores y maestros que, en nombre de la libertad de opinión, siguen hablando de la teoría de los dos demonios, de la guerra sucia y de que ‘hubo muertos de ambos lados’”. Es como si en Italia, agrega, “algún docente defendiera el fascismo en nombre del libre pensamiento. Hay docentes que lo hacen, pero tienen que estar conscientes que la apología de fascismo es un crimen penal y no una idea entre muchas”.

En la reunión con los profesionales de Villa Grimaldi se abordaron las principales políticas impulsadas por el Estado chileno en relación al tratamiento del pasado reciente, destacando la actuación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación y la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, y sus respectivos informes. Considerando los importantes impedimentos representados por los enclaves autoritarios, Rebolledo y Sagredo abordaron también la presencia de sitios de memoria en la actualidad como resultado de la acción decidida y constante de agrupaciones de familiares de víctimas, sobrevivientes y colectivos ciudadanos comprometidos con la memoria histórica y la defensa de los derechos humanos.