Antonio Torres Heredia, 
hijo y nieto de Camborios, 
con una vara de mimbre 
va a Sevilla a ver los toros. 

A las nueve de la noche 
lo llevan al calabozo, 
mientras los guardias civiles 
beben limonada todos. 
Y a las nueve de la noche 
le cierran el calabozo, 
mientras el cielo reluce 
como la grupa de un potro.

Esto lo recitaba Gastón en el campo de prisioneros de Puchuncaví, y luego entre los patios me decía: ¿cómo está don Antonio Torres Heredia? Y yo respondía: hijo y nieto de Camborios, pues.

Gastón se autodefinía como hijo de madre campesina y padre caminante, nacido en un pueblo perdido de la cordillera de Nahuelbuta.

Las facetas de Gastón son múltiples: padre empedernido con muchos hijos e hijas; líder estudiantil, luchador antigolpista y clandestino, resistente en las prisiones y los campos y ciudades del país. Luego candidato a diputado por el PAIS y también luchador social en la zona sur de Santiago. Municipalista, mirista por corazón y práctica, militante diverso obligado por los fracasos políticos que nunca lo doblegaron.

Pero esta diversidad de Gastón, que podría tratarse como fragmentación e incoherencia era una potencia seductora, una unidad en la acción política. Gastón era, de alguna forma, la representación de las dos grandes épocas que nos ha tocado vivir. En la primera, donde las utopías de la izquierda estaban en una ola ascendente junto a las luchas por la liberación humana, en que el trabajo organizaba las identidades de clase, y las formaciones políticas y los movimientos populares lucían orgullosos su condición de tales. En esa época, ya ida, Gastón jugó sus cartas en el MIR y junto a muchos de nosotros empujó la historia política y social de Chile por las rutas del cambio revolucionario, la resistencia a la opresión y la tarea de democratizar el país por medio de un gobierno de carácter popular.

La nueva época, la actual, donde el socialismo se ve distante y deslegitimado por algunas experiencias desnudadas de autoritarismo o los fracasos económicos; en que los movimientos sociales se multiplican, pero por sus demandas identitarias y parciales; y cuando el globalismo que interconecta todo, diluye el sentido de lo común, lo solidario, creando un individualismo exacerbado. En esta época, decía, también Gastón fue un resistente, un democratizador un hombre que sabía que sus sueños estaban inconclusos y se negaba a renunciar a ellos, adaptándose a las nuevas condiciones epocales.

Gastón era mirista y quiso irse con esta bandera pegada a su piel, porque aunque costara, asumía la realidad y, aunque doliera tomaba los caminos más fructíferos para esos sueños. Allí está su TV Comunal en La Pintana, su esfuerzo radial en Curacaví, que su rescate de la historia en su libro “Los Sueños inconclusos”, que muestran su claridad de que la cultura es un campo de batalla relevante en la resistencia al neoliberalismo y la opresión, y también muestra su obsesión por dejar una huella que rescatara orgulloso su origen popular, actualizado al Chile de hoy, haciendo política radicalmente democrática sin perder su capacidad de seducir, reír y emprender aventuras políticas por convicción y no por conveniencia.

La dignidad de lo popular, el valor de ser del pueblo, la sabiduría que también se conserva allí respecto a la historia de las luchas sociales, las experiencias vividas son fundamentales para la continuidad de un proceso histórico de emancipación, lo tenía Gastón en su propia tradición y olfato popular.

Hoy, en que emergen nuevas generaciones de luchadoras y luchadores sociales y políticos antineoliberales, -y de ellos, fracciones importantes de luchadores por un nuevo tipo de socialismo-, la tarea de las generaciones como la de Gastón resultan vitales para no cursar viejos caminos de derrotas; para no suponer cierta superioridad moral, cuando en realidad en eso puede haber sólo falta de experiencia política; para  no apostar por la pureza del discurso pensando que ello aproxima a la meta y más bien pensar siempre en el interés del pueblo, más que en el del que se dice representante de ese pueblo. Creo que Gastón nos hereda mucho de eso.

Gastón Muñoz Briones, dejas un vacío que la corriente de la historia sabrá llenar y relevar, porque fuiste un luchador social y revolucionario de marca mayor.

Te despiden tus compañeras y compañeros de siempre.

Osvaldo Torres G.