Esgrimiendo convenciones sobre derechos humanos y el  derecho a la educación, el ex coronel Fernando Lauriani logró que la Corte de Apelaciones de Santiago le autorizara  ingresar al penal de Punta Peuco un computador, para cursar por correspondencia un magister en Recursos Humanos. El ex represor cumple una condena de 90 años de cárcel por delitos de secuestro, torturas y homicidio.

La noticia provocó alguna sorpresa entre sobrevivientes de Villa Grimaldi, el principal cuartel secreto de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), donde Lauriani operaba haciéndose llamar ‘Teniente Pablito’. Bajo ese apodo encabezaba la Agrupación Vampiro, una de las estructuras de cacería y tortura a disidentes, en cuyas labores hacía gala de extraordinaria violencia y crueldad.

El 31 de diciembre del 74, ‘Pablito’ detecta caminando por la calle al militante socialista Claudio Thauby junto con su amigo Jaime Robotham. A Thauby lo conocía pues este había sido cadete de la Escuela Militar, de la cual se retiró para ingresar a estudiar sociología en la Universidad de Chile. Rápidamente los ‘vampiros’ procedieron a secuestrar a ambos jóvenes e ingresarlos a Villa Grimaldi, donde recibieron un tratamiento brutal a manos de  guardias borrachos por las cercanías del año nuevo.

La colaboradora de la DINA, Luz Arce, afirma que aparte de las torturas habituales, Lauriani habría herido a Thauby en el pecho y estómago con un yatagán, heridas que le provocaron una septicemia. El periodista Raúl Flores, también secuestrado por esos días en Villa Grimaldi, afirma haber visto al ex cadete el 12 de enero de 1975. Se encontraba en un estado lamentable, pues apenas se podía mantener de pie cuando eran sacados de las celdas para ir al baño. Luego coincidieron en uno de los lugares de encierro llamados ‘Casas Chile’ donde el prisionero se quejaba de dolor y de frío pese a la alta temperatura del recinto.

Claudio Thauby y su amigo Jaime Robotham se encuentran desaparecidos hasta la fecha. Paradojalmente el cruel ‘Teniente Pablito’ también. En su reemplazo apareció un sereno y caballeroso ex coronel, que en los careos e interrogatorios insistía en negar su actuación como torturador, calificaba su trabajo en la DINA como de ‘analista’ y afirmaba que toda la vida había sido un estudioso de la Biblia. Raúl Flores, quien lo enfrentó en los tribunales, lo describe como “un sujeto cobarde que en unos de los careos llegó con libros que decían ‘estudios bíblicos’ para impresionar a los jueces”.