“Muestran el lado oscuro de la historia, pero son mucho más que eso”. Así se refirió a los memoriales que recuerdan a víctimas del terrorismo de estado el especialista Max Welch , Director del Departamento de Investigación y Planificación espacial, del Instituto de Urbanística Europea, Bauhaus-Universität Weimar. Chileno, radicado en Alemania, Welch expuso recientemente en Santiago en el Primer Seminario Internacional Ciudad y Memorias, organizado por la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi con respaldo de varias instituciones, entre ellas la Fundacion Heinrich Boell. Welch se refirió a la función histórica de sitios como Villa Grimaldi o Londres 38, ambos usados por la dictadura militar como centro de tortura y desaparición de personas, comparándolos con un circuito similar en Berlín. Se trata de “La Topografía del Terror”, una serie de subterráneos que albergaron centros de interrogatorio de la SS y la GESTAPO, recientemente puestos en exhibición en pleno centro de Berlín.
Entre 1933 y 1945, la central de la Gestapo (policía secreta del estado), la “cárcel central” de la Gestapo, y a partir de 1939, la Oficina Central de Seguridad del Reich y también la sede de los Jefes Supremos de las SS y el Servicio de Seguridad de los Jefes Supremos de las SS, se encontraban sobre el terreno de lo que hoy es el centro de documentación “Topografía del Terror”.
Una exposición al aire libre documenta la historia de este lugar como el centro de control del programa nacionalsocialista de exterminio y persecución. En opinión de Welch, estos sitios cumplen un rol documental ineludible y catalizan la reflexión ciudadana. “En Alemania la opinión pública debate constantemente sobre lo que estos memoriales representan o deberían representar, sobre su relación con los habitantes y con las nuevas generaciones. Ahí reside su valor: mantienen vigente la preocupación por los derechos humanos y convocan a todas los actores” señaló, “y en ese sentido, son una memoria viva”.
¿Qué es un sitio de memoria?
Los sitios de memoria son lugares en que tuvieron lugar ciertos hechos históricos sobre los cuales es necesario reflexionar. Cuando estos sitios son rescatados y reconocidos desde el aparato estatal de una nación en su calidad de patrimonio del conjunto de la comunidad, cumplen un papel de exposición pública de los hechos, y permiten la contemplación colectiva de lo sucedido allí, y la realización del ritual de la conmemoración y el duelo.
En la sociedad, como en los individuos, la dimensión del recuerdo es, principalmente, la del propio reconocimiento. Para lograr ese reconocimiento, se requiere de la voluntad de memorizar. De otro modo, no es posible convertir la memoria en historia. Sin la práctica social de la conmemoración- que la hacen las personas- el memorial se transforma en un objeto sin lazos con el conjunto de la sociedad, y su permanencia en la memoria histórica depende del arbitrio particular de quien ejerza el poder en un momento dado.
Los monumentos que conmemoran las atrocidades del pasado y las violaciones de derechos humanos son lugares de duelo y en algunos casos, son agentes de curación para las víctimas y los sobrevivientes. Quienes erigen estos monumentos también desean comunicar su intención a un público más amplio con el fin de educar a la gente sobre el pasado, y aportar a un futuro que erradique el abuso.