Este verano, un cantante del denominado “género urbano” provocó polémica en las redes sociales al tatuarse la imágen de una moneda de $10 pesos, acuñada durante la dictadura. Esa que tiene la figura del ángel de la libertad en una de sus caras. Conminado a explicar su conducta, el artista manifestó haber procedido “por mera ignorancia”. Tiene 22 años de edad y forma parte del numeroso sector de chilenos y chilenas que nacieron décadas después de ocurrido el golpe de Estado de 1973.
Lo anterior plantea el desafío de cómo llegar a estos jóvenes con un relato que les permita comprender por qué, 50 años después, la sociedad chilena sigue debatiendo sobre sucesos que parecen tan lejanos en el tiempo, pero que continúan influyendo en el presente y en el futuro del país.
Entre los actores que han tomado posición al respecto está la Fundación Jaime Guzmán, anunciando seminarios para difundir la versión de los civiles que formaron parte de la dictadura. El director de la institución, abogado Jorge Jaraquemada, resumió esta visión al periódico “La Tercera” afirmando que el 11 de septiembre “es un día trascendente porque pone fin a un gobierno que había devenido en ilegítimo, tal y como lo había señalado la Cámara de Diputados en agosto de ese año. En ese momento no había otra salida. Chile avanzaba hacia una especie de guerra civil y la intervención militar puso coto a ese experimento socialista de Salvador Allende”.
Esta lectura del proceso representa a los vencedores y concentra la responsabilidad del golpe en el gobierno de Salvador Allende y en las víctimas. Paralelamente exculpa y silencia la responsabilidad de quienes se le opusieron, en particular la actuación del parlamento y silencia o considera irrelevante la intervención extranjera. Hasta aquí nada novedoso.
Lo distintivo de la versión 2023, es que incorpora el tema de las violaciones a los derechos humanos separándolas del golpe de Estado. Jaraquemada afirma que reivindicar la importancia del 11 de septiembre y la intervención militar no tiene nada que ver con lo que viene después (los crímenes). “Por ello es que haremos seminarios y publicaciones en donde se pueda debatir la legitimidad de esa intervención, por muy dolorosos que hayan sido los hechos posteriores”. Finalmente el abogado advierte “hubo un conjunto de situaciones que se desarrollaron y que fueron llevando al país a un nivel de polarización excesivo. Situaciones como esas deben ser esquivadas a toda costa”.
El camino continúa siendo la reivindicación de la memoria social
Para Alejandro Olivera, coordinador del Área Educación de Villa Grimaldi la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado plantea una serie de desafíos en términos de educación en derechos humanos. Entre otros enfrentar los discursos negacionistas y relativizadores de las violaciones a los derechos humanos, como los que enarbola la fundación Jaime Guzmán. “Estos discursos propagandísticos se muestran como legítimos utilizando proyecciones antojadizas de la libertad de expresión -señala-, y desconocen múltiple aportes de la cultura y la academia a la construcción de una sociedad democrática, recordando y valorando la experiencia de miles de personas que entregaron lo mejor de sus vidas, y su vida misma, por construir un mejor país para todas y todos”.
Olivera plantea que frente a los discursos sobre ideologizados de la derecha, que rayan en la desinformación y en la falsedad histórica, el camino continúa siendo la reivindicación de una memoria social que desborda discursos negacionistas e incluso las proyecciones oficiales sobre los contextos históricos. “El testimonio de los sobrevivientes de la violencia política perpetrada por los agentes de la dictadura cívico militar, aparece como una fuente de experiencias de vital importancia para comprender nuestra historia reciente. La existencia y socialización de los testimonios que habitan los lugares de memoria, representa no solo un punto de vista legítimo en la conceptualización del proceso histórico, sino que además de ellos se desprenden aprendizajes éticos y potenciadores del pensamiento crítico, tan necesarios en estos momentos en donde existen sectores y lineamientos políticos que buscan rendir tributo a la barbarie” concluye Alejandro Olivera..