Como una “instancia sanadora” calificaron familiares del detenido desaparecido Daniel Palma Robledo el acto de homenaje que se le brindó el sábado 13 de enero, instalando una placa conmemorativa a los pies de una araucaria que sus familiares plantaron hace varios años atrás.En el acto participaron mas de 80 personas.
Daniel Palma Robledo, militante del Partido Comunista Bandera Roja. fue secuestrado el 4 de agosto de 1976 por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) quienes lo trasladaron primero a Villa Grimaldi y luego al cuartel ultra secreto ubicado en la calle Simón Bolívar, donde se pierde su rastro
Han pasado 47 años de su secuestro y desaparición pero su rastro en la memoria de su familia, amigos y camaradas sigue fuerte y creciente como la araucaria que lo representa en el Parque por la Paz Villa Grimaldi.
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La Araucaria joven de Villa Grimaldi
La voz viene desde atrás. Tiene ecos de una adolescencia distantes y notas de tristeza: “Mira esa Araucaria chiquita ….. en el tarro de pintura frente a ti”
Yo estoy sentado en una piedra baja, casi en cuclillas, dibujando círculos en el suelo, con la punta de un palo seco, haciendo bordes de tierra suelta.
“Me visitó aquí en la Viña, uno de mis niños”
En Septiembre del 73 Claudio era un joven pediatra en la Población Los Nogales, y por eso tuvo que huir a Austria. Su compromiso social se fue formando, tal como ocurrió con muchos otros de mis amigos de la universidad, en largas y reflexivas conversaciones con mi padre.
Las viejas de Los Nogales le llevaban a Claudio sus niños para que a ellos los mejorara y a ellas las instruyera. Continua la voz: “el mocoso ya era todo un hombre, y en las manos ásperas y huesudas sostenía la pequeña Araucaria, me la pasó, y con los ojos clavados en el pasado solamente dijo “es para usted doctor, mi mamá y yo lo queremos mucho”.
Doy vuelta la cabeza y me cruzo con la mirada humedecida de mi gran amigo de toda la vida, aquel con quién jugué por primera vez, cuando nuestras madres nos estaban matriculando en el primer año de la escuela preparatoria.
“No sé que piensas tu o Rosalía (mi madre). Ni siquiera se si sea posible. Pero a mí me gustaría llevarle este trocito de vida nueva a Daniel, a la Villa Grimaldi, como homenaje, como recuerdo, como agradecimiento. Y con un leve esbozo de sonrisa, agrega: “Ella ya estaba acá cuando celebramos el apresamiento de Pinochet en Londres”
La emoción por la ofrenda de mi amigo se mezcla con el recuerdo de esa noche fantástica en que nos juntamos una cincuentena de amigos, en la pequeña Viña de los alrededores de Santiago, a compartir entre risas y canciones, la alegría de que hubiesen detenido al Dictador.
A Rosalía le encantó la idea de que hubiese una Araucaria para su Daniel en la Villa Grimaldi, y éste se transformó en su proyecto personal. Habló con personas, consiguió permisos, organizó la ceremonia del trasplante, invitó a los amigos, consiguió cantores y hasta hizo un brindis con vino tinto por su Viejo amado.
Esta historia tuvo para mi una vuelta mas. Claudio sufrió un cáncer y pudo curarse. Cinco años después tuvo otro cáncer y está vez decidió no tratarse, pero si se abrió a que algunos amigos lo acompañáramos. Fue un tiempo largo, dramático y profundamente humano.
Un día su hija me llama por teléfono y me dice “ven a despedirte de Claudio, ahora rápido”. Al entrar a su casa lo veo, sentado en un sillón, con los ojos cerrados y a Pamela abrazando su cabeza. El médico y su hermano, de pie, esperan detrás del sillón. Por las mejillas de la hija corre en silencio un hilo de lágrimas dulces, tal como si fuese el retrato de una virgen a los pies de Cristo, y caen como un bálsamo piadoso sobre la cabeza de mi amigo, queriendo aliviar su último sufrimiento
Claudio se fue alejando y nos deja con un último gesto de intimidad y amor, como un recuerdo atado a la figura de esa Araucaria, para ti y para mi, padre mío.