Basclay Zapata, feroz torturador de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), falleció el pasado 3 de diciembre aquejado de un cáncer gástrico. Su muerte puso nuevamente en la escena pública una discusión recurrente en torno a la justicia hacia los represores y la clemencia que según algunos se harían acreedores por su avanzada edad y enfermedades terminales.
Como otros condenados por crímenes de lesa humanidad, Zapata terminó sus días en el Hospital Militar tras varios meses de internación y de recibir los cuidados adecuados para personas en su condición. Su muerte distó mucho de los ribetes dramáticos con que se agita en favor de la libertad de los represores, difundiendo la visión de ancianos moribundos abandonados en un penal sin recibir atención médica.
Para el abogado Hiram Villagra, el ex torturador y violador murió en condiciones dignas, en un hospital. “Aquí no puede alegarse que hubo vulneración de sus derechos”, manifestó, rechazando lo que considera una hábil campaña mediática, que ha tenido la capacidad de instalar el tema de la clemencia en favor de los represores.
“La función de la pena es castigar y disuadir -argumenta Villagra-, y en este caso demostrar que los crímenes cometidos son tan graves que no pueden dejarse sin sanción y que frente a ellos no cabe la clemencia, en tanto esta banaliza su gravedad. Quiénes argumentan en favor de la clemencia están banalizando crímenes horrendos, y si queremos construir una sociedad verdaderamente democrática estos deben castigados con proporcionalidad al daño que causaron”.
El que la muerte de un torturador reponga el tema de la clemencia hacia criminales ancianos, forma parte según Villagra de una bien urdida estrategia que busca establecer la impunidad. “La primera etapa de esta estrategia partió con la dictación del decreto ley de amnistía, luego se derivaron estas causas a la justicia militar que prácticamente las sepultó, después se buscaron mecanismos para dificultar la obtención de pruebas, a continuación se recurrió a la semi prescripción para rebajar las condenas a límites irrisorios y ahora se echa mano a los beneficios carcelarios y la clemencia” concluyó el jurista.
Una embarazada entre las víctimas de Basclay
El 27 de agosto de 1974, fue secuestrada la joven Gloria Lagos Nilsson, madre de tres hijos y embarazada de tres meses. Entre sus captores destacaba un sujeto de baja estatura, mal encarado y que lucía una singular melena estilo «Príncipe Valiente». Era Basclay Zapata, uno de los torturadores más violento y sádico del recinto secreto que la DINA estableció en Villa Grimaldi.
La ex prisionera política Adriana Urrutia, que coincidió con Gloria en Cuatro Alamos, relata la desesperación de la joven porque sus tres hijos habían quedado solos llorando en su departamento tras ser secuestrada. Otra ex prisionera, Patricia Eugenia Jorquera, declara haber estado confinada junto a la joven madre en una pieza del recinto de José Domingo Cañas, testimoniando su preocupación por sus hijos y el bebé en gestación. Luego su rastro se pierde hasta el día de hoy.
En 2014, cuarenta años después del secuestro y calvario de Gloria Lagos, la Corte de Apelaciones condenó a Manuel Contreras, Miguel Krasnoff, Basclay Zapata y Orlando Manzo a diez años y un día por su responsabilidad en este crimen. Ninguno ha entregado antecedentes del paradero de Gloria y su bebé.
Zapata condenado a más de 700 años de cárcel por diversas causas de derechos humanos, intentó obtener el indulto presidencial y luego participó en una ceremonia religiosa en el interior del penal de Punta Peuco donde pidió perdón a sus víctimas pero sin entregar antecedentes concretos respecto al paradero de muchos detenidos desaparecidos que pasaron por sus manos.