Ella es de la Coordinadora General del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras COFADEH y se llama Bertha Oliva. Estuvo en Chile invitada por la AFEP que preside Alicia Lira a participar del Seminario de Derechos Humanos “21 años del Informe Rettig” realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile durante la semana pasada.
Posteriormente, invitada por Patricio Vejar, dirigente de comunidades cristianas de base y también participante del Seminario de la AFEP, conoció el 19 de junio el Parque por la Paz Villa Grimaldi.
El año 2010, Bertha Oliva recibió el premio Tulipán de los Derechos Humanos instaurado por los Países Bajos. Al recordar los inicios de su movimientos de familiares tras verdad y justicia ha dicho que la COFADEH “tiene alma de mujer, porque éramos mujeres y a algunas nos temblaban las piernas ante los ataques que enfrentábamos cada día en la búsqueda de nuestros familiares” y con la misma convicción que “si de algo deben estar arrepentidos es de habernos dejado vivas…”.
Hasta el momento la lucha de los familiares en Honduras no ha podido encarcelar culpables, entre otras razones porque el país centroamericano tuvo un evidente retroceso desde el golpe empresarial-militar del 2009. Diversos analistas estiman que allí los políticos y militares de la guerra sucia de los ochenta se han vuelto a reunir. Los triunfos de la COFADEH han ocurrido muchas veces en el exterior, por ejemplo por la Corte Interamericana de DD.HH que le ha dicho al gobierno hondureño “que garanticen las condiciones en que funcionan los defensores de derechos humanos.”.
Bertha, luego de recorrer este museo de sitio, estableció relaciones entre los métodos del terrorismo de Estado en Chile y los conocidos en Honduras. Terminada la visita conversamos con la dirigente de derechos humanos en la sala multiuso de este sitio de memoria.
¿Cómo fueron los inicios de estos más 30 años buscando justicia y verdad?
-Mi esposo Tomás Nativí Gálvez, siempre lo hablaré en presente, fue un comunista, un revolucionario, él había creado la Unión Revolucionaria del Pueblo, y el Movimiento de Liberación Chinchorrero de Honduras. Tomás estaba en la tarea ideológica, era el coordinador general y estaban abocados a la solidaridad con los pueblos vecinos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Al momento de su secuestro, éramos vecinos, recién nos habíamos casado hacía cuatro meses, yo tenía tres meses de embarazo. Habíamos tenido una boda clandestina en marzo de 1981. El día 11 de junio de ese mismo año, él estaba en mi casa, había habido una delación e incluso llevaban a un compañero muerto los comandos armados. A Tomás lo sacaron con vida, era un gran operativo militar, uno de ellos estaba sin máscara, pese a que corrí tras los vehículos, me golpearon y perdí el conocimiento. Creo que sobreviví para buscar verdad y justicia y luchar contra el olvido. Apenas logré quitarme las ataduras iniciamos la búsqueda y estuvimos en la calle y en el sistema judicial.
Todo esto era nuevo para nosotras, jamás imaginamos como sería enfrentarnos a un Estado criminal por tanto tiempo y hacerlo tan desprotegidas. Y nos fuimos encontrando en los pasillos y recovecos de los juzgados con otras mujeres buscando a sus hijos, a sus hermanos, a sus esposos desaparecidos…
¿Qué sucedió después?
-Nos fuimos organizando y logramos darle vida a la COFADEH que fundamos el 30 de noviembre de 1982. Luego, salimos a la calle dispuestas a enfrentar la desaparición forzada con que se castigaba a los opositores políticos. En Honduras era y es difícil dar esta lucha, eran las primeras organizaciones de DD.HH, la gente poco conocía sobre sus derechos y mucho menos como enfrentar la desaparición forzada. Al inicio, el objetivo fue ubicar a los nuestros, pese al trascurso del tiempo aún no hemos conseguido ubicar sus restos, pero hemos logrado la apropiación de derechos en el pueblo. Hemos seguido ubicando cárceles y cementerios clandestinos. Nos han dicho que nada se podría hacer respecto de la desaparición forzada, porque no estaba contemplada en el código penal. Sólo está el habeas corpus y nos han dicho que nuestros familiares probablemente se fueron a Cuba o la ex Unión Soviética.
En plena apogeo de la Doctrina de Seguridad Nacional durante los años 1988-1989 se logró sentar una jurisprudencia en la Corte Interamericana de DD.HH en contra del Estado de Honduras con los casos de Manfredo Velásquez y Saúl Godínez y luego la misma Corte en 1922 por Juan Humberto Sánchez. Hoy ya existen cinco condenas condenatorias
Aún, no tenemos los cuerpos de nuestros familiares, ni los culpables en las cárceles, por ello sólo nos queda la edificación de Memoria y seguir buscándolos…
Hemos buscado lograr procesos de exhumación en los cementerios clandestinos, porque nos han dicho que sin el cuerpo del delito no es posible hacer procesos ¿Pero antes hicieron detenciones y desapariciones sin órdenes y con protección del Estado y ahora es esa misma entidad la que nos enreda en leyes y papeles para exhumar?
En los años 80 los detenidos –desaparecidos reconocidos por el Estado de Honduras eran 184, entre ellos mi esposo Tomás Nativí. Pero, hay otras estimaciones que consideran en 7000 el total de víctimas.
¿Qué significado tiene para ti conocer este sitio de memoria?
-Al estar hoy en Villa Grimaldi, encuentro similitudes con una casa de torturas de Honduras, la “Casa de Amaretecas”, propiedad del coronel Amilcar Zelaya o “casa del terror” y ese es un indicio que esa similitud no es casual, que desde Chile hubo una verdadera “escuela” para los torturadores hondureños. Hoy esa ex casa de tortura y desaparición está abandonada y la vendieron a otra persona. A nosotros nos interesa recuperarla y para ello necesitamos acudir a la solidaridad internacional para que nos traspasen sus experiencias. Es necesario que podamos transformarla en un lugar recordatorio, de reparación del daño y necesitamos que ustedes y otros nos puedan ayudar en ese proceso. Tenemos que reivindicar a los nuestros, a todos los nuestros…
Texto: Ignacio Vidaurrázaga
Fotos: Luis Arellano, Comunicaciones Villa Grimaldi 21/6.12.