Por Nubia Becker Eguiluz
Vicepresidenta la Corporación Villa Grimaldi

A diez años del atentado a las torres gemelas en Nueva York, como Vicepresidenta de la Corporación Parque por la Paz-Villa Grimaldi, me pregunto ¿qué pasa en el mundo para que ocurra un hecho tan cruel? Una respuesta posible es entender esto en el plano de las relaciones políticas internacionales. Sin embargo, no hay que olvidar que en el centro de este tipo de hechos y lógica están las víctimas inocentes y el pueblo atemorizado.

En Chile, otro 11 de septiembre, pero de 1973, un golpe de Estado militar bombardeó la casa de gobierno, llevó a la muerte al presidente constitucional y arrasó con las instituciones democráticas. 10 años después, la dictadura que gobernó en Chile hasta 1990, controlaba la totalidad de los poderes del Estado, lo que al general Augusto Pinochet le permitió gobernar en un permanente Estado de Excepción en el país.



A pesar de ello, organizaciones de derechos humanos, organizaciones de familiares de víctimas de la represión y la prensa clandestina, desarrollaban desde los primeros días, una labor de denuncia y recopilación de las ejecuciones y de la represión. Estos esfuerzos de denuncia y de documentación significaron el germen de la movilización por la vuelta a la democracia, lo que en 1991 posibilitó tener una base documentada para configurar el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

La experiencia nos enseña que una de las formas importantes por detener el flagelo de la violencia del terrorismo de Estado es que la propia ciudadanía tome cartas en el asunto. Se debe rescatar la memoria de lo ocurrido, buscando las razones de tan horrendo juego de acción y reacción violenta, entendiendo que las interpretaciones entran en disputa y van variando con el tiempo en la medida que aquellos sectores que han sido derrotados o acallados, paulatinamente van recomponiendo su historias, sus relatos y que éstos pueden llegar a ser reconocidos por la sociedad restableciendo verdades históricas silenciadas.

En este sentido, un ejemplo por resguardar la memoria fue la lucha por la recuperación del centro de detención, tortura y desaparición de prisioneros, Villa Grimaldi. La casa, situada al oriente de Santiago, sirvió hasta el año 1978 como el mayor centro clandestino de tortura y desaparición, recibiendo unos 4500 detenidos, de los cuales más de 230 fueron hechos desaparecer o asesinados en el mismo lugar.

Para nosotros, los que estuvimos detenidos en ese lugar, siempre estuvo presente la preocupación por rescatarlo. Fue recién en 1988 que finalmente pudimos actuar para recuperar la Villa, organizándose un amplio movimiento, en el que participaron organizaciones comunitarias, ex prisioneros/as políticos, sobrevivientes, miembros de partidos políticos y religiosos/as.

Nosotros, los sobrevivientes, comprendimos que para enfrentar el horror del pasado y de ese modo sanar en algo las heridas que causan las situaciones límites, debíamos intentar reconstruir paso a paso esa topografía del horror. El 10 de diciembre de 1994, día internacional de los Derechos Humanos, en una ceremonia plagada de emociones y recuerdos, pudimos abrir las puertas de la Villa, siendo el primer centro de detención recuperado en América Latina, lo que constituye un ejemplo de acción cívica en la recuperación de la memoria como patrimonio legítimo de la sociedad.

Hoy, Villa Grimaldi ha sido nominado Monumento Histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales. Junto con este proceso de recuperación y preservación del recuerdo de los que allí sufrimos la experiencia brutal de una política de terror, nuestro compromiso es ayudar a la sociedad, especialmente a las generaciones más jóvenes, a entender los fundamentos, métodos e instrumentos de los que el Estado se valió, con el fin de que nunca más se vuelva a repetir. Desde ese mismo lugar donde una vez se practicaron crímenes de lesa humanidad, hoy se reconstruye parte de nuestra historia con una propuesta al servicio de la promoción y respeto de los derechos humanos en nuestro país.