porteros

El equipo de portería de Villa Grimaldi resguarda el sitio y lo cuida con especial dedicación. Se sienten acogidos y protegidos por un espacio que les retribuye el esfuerzo brindándoles tranquilidad e incluso consuelo en momentos difíciles.

pattyPatricia Allende llegó a Villa Grimaldi el año 2007, reemplazando a su madre quien integró uno de los primeros equipos de portería. Al principio venía un día a la semana, luego tres y finalmente a tiempo completo. Llega casi de madrugada. “Soy agradecida de este lugar, le tengo terror a los temblores y con el último terremoto sufrí mucho, pero aquí me siento segura, incluso más que en la calle”, dice.

Su labor es tener limpio y dispuesto el lugar para lo que viene en el día. “Soy agradecida porque aquí recibí por primera vez en años un aguinaldo. Yo pensé que por ser trabajadora a tiempo parcial no me correspondía, pero igual me lo dieron. También se preocuparon de mi papá cuando tuvo un accidente vascular”, indica.

A Patricia le gusta trabajar en un sitio histórico, visitado por personalidades internacionales, intelectuales y artistas. Recuerda con cariño la visita de Ana Belén, de Víctor Manuel, de Miguel Ríos y de Joan Manuel Serrat. También se emociona con los vía crucis que se efectúan todos los años. Pero lo que más la pone contenta es cuando personas que trabajaron en Villa Grimaldi vuelven de visita y pasan a saludarla. “Son personas a las que una les toma cariño y lamenta que se alejen, por eso me alegran mucho cuando vienen y juntos recordamos aquellos tiempos y las anécdotas que vivimos. Me gusta que la gente sepa quienes somos los de la portería. Yo soy Patty, tuve que entrar a trabajar a muy temprana edad. La primera ‘pega’ que tuve fue en un almacén. Terminé mi enseñanza media en un colegio nocturno, dos años en uno. Tengo una hija y ahora un nieto. Conozco todo el ‘teje y maneje’ de este lugar”, asegura.

miguelMiguel Gutiérrez llegó el 2003. Es el más antiguo del equipo con 12 años de trabajo. Es técnico textil con especialidad en tejeduría. Trabajó en Yarur, Machasa y Caupolicán Chiguayante. Su padre ejercía en Villa Grimaldi como cuidador, “Ruby Maldonado, presidenta del directorio de la época me preguntó si me gustaría trabajar aquí y yo accedí”, recuerda.

Cuenta que estaba cansado de trabajar en turnos con la presión de ser parte de un proceso industrial. “Este parque ha sido una relajación para mí, me produce algo bien especial. Incluso cuando ando con ‘neuras o bajoneado’, me paseo por el parque, rodeado con la vida que hay aquí, con los recuerdos de lo que sucedió y lo que sufrieron quienes pasaron por este recinto y entonces uno dice, lo mío no es nada ”.

Miguel es uno de los que mejor conoce el parque. Ha dibujado planos de sus instalaciones y recopilado vestigios. “Me fui encargando de ir resguardando el poco patrimonio que tenemos de las instalaciones y finalmente por mi inclinación a investigar excavé y encontré las gradas de la casona, cubiertas bajo una capa de tierra y césped”, relata.

Entre sus recuerdos destaca el impacto que le provocó, recién llegado, las visitas de sobrevivientes que vivían en el extranjero. “Venían con sus familias, con niños que habían nacido en el exilio, y cuando se acercaban al portón se notaban acongojados. Algunos no se atrevían a ingresar y sólo por ese detalle uno se daba cuenta que habían estado acá y se debía acogerlos lo mejor posible”.

Miguel llegó a vivir al barrio cercano a la Villa en enero de 1971. “Desde mi casa veía luces que surgían de este recinto cuando era un centro de eventos. Después del golpe nos enteramos que para qué estaba siendo usado, lo que después comenzó a informarse a través del programa Escucha Chile de Radio Moscú”. Nunca pensó que terminaría trabajando en el lugar del cual escuchaba horrores desde la lejana emisora rusa, puesta bajito, para que ningún indiscreto se enterara.

sergioSergio Escobedo, jubilado, trabaja en la portería desde Agosto de 2011. Al igual que Miguel vive en las cercanías de Villa Grimaldi. “Conozco este lugar cuando era casa patronal. Llegué al vecindario a los 17 años, a finales de los años 60. Estoy contento de trabajar aquí. La Villa me ha dado tranquilidad. Cuando me ha tocado el turno de tarde o en la noche me he sentido en paz y eso se refleja en mi casa. Cuando antes trabajaba en una empresa con familiares míos era terrible, llegaba a mi casa mal genio. Desde que trabajo aquí es pura paz.”

fernandoLa paz es lo que también valora el portero más reciente del equipo, Fernando Cortéz, quien cuenta con estudios universitarios de pedagogía en la Universidad de la Serena. Llegó a Villa Grimaldi después de haberse desempeñado en empleos en ambientes laborales complejos. Tiene dos hijos universitarios. “Para mi estar aquí es relajado, tranquilo. No me he topado con grandes problemas. Siento una tranquilidad que no sentía en otros trabajos. No sé cómo definirlo, pero cuando estaba en mis otros empleos siempre habían dificultades y problemas. Ahora estoy más tranquilo”, concluye.