“Ser cultos para ser libres, es la frase de José Martí que me viene a la memoria en esta ocasión”, manifestó el director de Villa Grimaldi Ricardo Frodden, al saludar el evento donde se exhibió el documental “El Tren Popular de la Cultura. “Porque si no hay cultura, continuó Frodden, no hay conocimiento y eso es caldo de cultivo para que ocurra lo que sucedió en Chile en 1973. El tren, símbolo del desarrollo capitalista y de la extracción de riquezas naturales rumbo a las grandes urbes industriales, es también es un medio de comunicación y fue utilizado por Salvador Allende para transportar cultura, como lo vamos a ver en este documental de Carolina Espinoza. Gracias a su  esfuerzo de investigación podremos conocer esta valiosa experiencia de llevar la cultura a todos los sectores”.

Por su parte, la realizadora Carolina Espinoza, expresó que el documental refleja una historia que es patrimonio del pueblo chileno. “Esta es una historia vuestra,  que me incentivó a contarla el concertista Eulogio Dávalos quien participó en el tren popular de la cultura y actualmente vive en Barcelona. El documental es un registro de esa historia protagonizada por decenas de artistas y contada con mucho esfuerzo porque alguien, una mano enguantada, se encargó de borrar los registros de esos mil días de alegría de la Unidad Popular.  Me costó mucho encontrar imágenes testimoniales que registraran los 40 días que duró el recorrido del tren.  No era común el acceso a una cámara fotográfica, pero además entendimos que de las pocas imágenes que se tenían,  muchas fueron quemadas porque eran testimonio de la participación de personas y eso podía ser una amenaza para sus vidas.  No puedo condenar esa quema, pero si me gustaría animar a que después de tanto tiempo  tratemos de rescatar de las cenizas ese material  y doblarle la mano a esa enguantada que trató de borrar la sonrisa de los rostros de esos días de la Unidad Popular”.

Carolina Espinoza y Ricardo Frodden

Carolina Espinoza y Ricardo Frodden

El documental de Carolina Espinoza no solo narra la historia de este singular convoy. Es también una mirada a un Chile distinto,  de trenes y viajes sin prisa, de ramales y estaciones vivas y de masas entusiastas. Un país en buena medida destruido en los muros demolidos y humeantes del palacio de gobierno, aquel 11 de septiembre de 1973. Asi lo manifiestan los pasajeros del tren popular que volvieron del exilio y se encontraron con un país casi sin ferrocarril, con sus estaciones abandonadas y  fantasmales y las viejas máquinas oxidándose en el olvido.

El tren representa la gran arteria que unía al país y marcaba el ritmo de la vida con su traqueteo cadencioso. Su fragmentación y abandono expresa en cierta medida la pérdida de esa unidad  y ritmo de vida, trocado ahora por el frenesí del lucro y el individualismo.  Esto hace que sus protagonistas pongan en duda que hoy sea posible reeditar la experiencia de hace 45 años, cuando un tren repleto de artistas recorrió gran parte de Chile llevando la alegría y la cultura a campesinos y obreros que nunca habían tenido acceso ella.

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