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Glafira Ifigenia Reyes Garrido, esposa de Pedro Blas Cortés Jelves y hermana de Manuel Lautaro R%eyes Garrido, víctimas de la matanza que intentó ser encubierta en los cerros de Rinconada de Maipú, recorrió nuestro sitio memoria y destacó su existencia para la educación de las nuevas generaciones.

Glafira Ifigenia Reyes Garrido es una de las víctimas de la dictadura que más ha sufrido de la crueldad sin límite de quienes gobernaron el país durante 17 años.

Después del 11 de septiembre su padre, militante comunista fue encarcelado en San Francisco de Mostazal, de donde es originaria. Luego de ser liberado alcanzó a vivir sólo un mes y falleció, producto de las torturas. Pero sus sufrimientos no terminarían allí, pues el año 1976, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), asesinó a su esposo Pedro Blas Cortés Jelves y a su hermano Manuel Lautaro Reyes Garrido en Villa Grimaldi. Esos crímenes se pretendieron encubrir simulando un enfrentamiento que nunca existió en los cerros de Rinconada de Maipú.

Sola con 7 hijos, debió partir a Canadá donde reside junto a todos ellos.

Después de 39 años visitó por primera vez el Parque por la Paz Villa Grimaldi acompañada del director Alberto Rodríguez, al término de la cual se mostró visiblemente emocionada.

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Uno de sus grandes dolores es que ni siquiera pudo despedirse de su esposo, pues le dictaron arresto domiciliario y le impidieron asistir al funeral, una de sus hijas cumplía un año de edad el mismo día del asesinato de su padre.

“Cuando ellos murieron, murieron practicaron un allanamiento, pusieron a mis 7 niños en fila, a mi me tenían en un rincón de la casa con un fusil apuntándome, era humillante”, recuerda.

Ninguno de sus hijos que residen en Canadá ha regresado nunca a Chile.

“Yo hasta hace muy poco tiempo creía que mi esposo había muerto en el Cuartel General de Investigaciones de General Mackenna, porque yo estuve detenida allí desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche”, dice.

Además de la muerte de su hermano y su esposo, las angustias no se detenían. “Cuando murió mi esposo y mi hermano Manuel cae detenido, otro hermano que tenía 17 años, estudiaba en el Liceo y fue detenido con un cuñado. Los dos desaparecen por un tiempo. No sabíamos donde los tenían. Yo creo ellos también estuvieron aquí en Villa Grimaldi”, reflexiona.

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“Mi hermano como que se bloqueó, no quiere hablar, no quiere recordar qué es lo que le pasó”, cuenta.

Doña Glafiria valora enormemente la preservación de los sitios donde se cometieron graves violaciones a los derechos humanos.

Considera “muy importante que las nuevas generaciones eduquen y conozcan el dolor tan grande que pasaron tantas familias como la nuestra y que algunos no creen y otros echaron al olvido”, señala.

Señala que la reparación simbólica, la existencia de sitios de memoria permite que la juventud se imponga, aunque duela, de la situación que vivió el país, concluye.

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