A pesar del tiempo transcurrido y la criminalización de que ha sido objeto, el Día del Joven Combatiente sigue haciendo sentido en segmentos significativos de jóvenes que se identifican con los hermanos Vergara Toledo. Pareciera que sus muertes no hubiesen ocurrido hace 35 años atrás, sino ayer o en el presente cuando otros jóvenes resultan muertos, heridos y mutilados manos de la policía, por demandar casi lo mismo que impulsaba la lucha de Eduardo y Rafael Vergara Toledo, tronchada cruelmente por carabineros aquella tarde del 29 de marzo de 1985.

De los hermanos al que más conocí fue a Eduardo quien ingresó en 1982 a estudiar pedagogía en Historia a la entonces Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, actual Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE). Formaba parte de una generación de jóvenes que pronto comenzaron a movilizarse y a enfrentar al régimen draconiano establecido en esa universidad por el rector designado Fernando González Celis.

Las masivas marchas por el interior del campus Macul, en 1980, en solidaridad con la docente Malva Hernández, madre de un estudiante detenido desaparecido en 1976, inclinaron a los militares a tomar medidas drásticas para sofocar la protesta, relegando a sedes aisladas en el centro de Santiago a las carreras que consideraban más “peligrosas” y en el campus Macul solo dejaron a las pedagogías, con las cuales formaron una nueva universidad a la que denominaron “Academia Superior de Ciencias Pedagógicas”.

Al frente de la nueva entidad, instalaron a un sujeto que procedió a incrementar el ya numeroso contingente de guardias de civil e uniformados, armados de bastones, aparte de  los funcionarios y estudiantes que colaboraban en el espionaje y la delación y también en la represión física a los descontentos. En este aparato destacaba un equipo de jardineros que atacaba las manifestaciones usando una manguera contra incendios, operando como una especie de carro lanzaaguas humano. 

La imagen que más recuerdo de Eduardo es su figura corriendo por los prados del campus Macul, probablemente escapando de la ‘repre’ o del ‘guanaco’ de los jardineros. Su generación llegó sin miedo y aportaron energía para retomar la lucha aún bajo un régimen opresivo y violento como el que imperaba en el campus y en el país. Luego de ellos han venido otros a correr la historia, como las masas de escolares que saltaron los torniquetes y gatillaron la revuelta social más masiva y contundente de los últimos tiempos. Entre ellas y ellos iban corriendo los Vergara Toledo, que guste o no son parte de la historia del pueblo chileno y referente para los jóvenes que luchan tanto en el presente como los que lo harán en el futuro.

Luis Arellano Pastenes