En 2003 visitó Chile el escritor y Premio Nobel de Literatura José de Souza Saramago y en este marco, el domingo 27 de abril, concurrió al sitio de memoria Parque por la Paz Villa Grimaldi, protagonizando un encuentro masivo que repletó el teatro del recinto. Entre los asistentes, se contaban personalidades como Hortensia Bussi de Allende, escritores como Volodia Teitelboim, los poetas Gonzalo Rojas y Raúl Zurita, y dirigentes políticos como Carlos Altamirano y Gladys Marín. El recuerdo de este evento se activa en estos días, cuando se cumple un aniversario más del fallecimiento del escritor, un 18 de junio de 2010.

La periodista Gladys Díaz, a quien correspondió representar a los y las ex prisioneras, sobrevivientes del recinto, recuerda que en aquella ocasión fue la única oradora. Todos esperaban un discurso magistral de Saramago, pero, tras escuchar su testimonio, el lusitano comunicó a los asistentes que prefería guardar silencio y quedarse con la emoción del encuentro. “Después que yo hablé, él no quiso hacerlo porque encontró que había sido un relato tan intimista que se había provocado una especie de comunión muy grande entre la gente que repletó el lugar, que prefería hablar en otro momento”, recuerda Díaz.

Díaz evoca también que no solo el teatro de Villa Grimaldi estaba repleto. También había mucha gente de pie en sus alrededores. “Fue una visita y un hecho importante lo que ocurrió con un premio Nobel visitando la Villa”, señala la periodista.

Ignacio Puelma, otro sobreviviente y que en esa ocasión ofició de fotógrafo, considera la visita de Saramago un hecho extraordinario. “Nos encontramos con un hombre de gran sencillez, de mucha calidez en la relación con todos, que miraba y prestaba mucha atención a nuestro relato de lo sucedido en Villa Grimaldi, demostrando un genuino interés de conocer lo que fue nuestra experiencia en este lugar”, indica.

El 18 de junio de 2010 Saramago falleció, convirtiéndose en habitante de los recuerdos. A partir de ese día se comunica con los vivos a través de los textos que dejó como legado, y de sus silencios, como aquel que guardó emocionado en Villa Grimaldi tras escuchar a sus sobrevivientes.

Gladys Díaz

fotografías gentileza de Ignacio Puelma