Así lo expresó la querellante Alejandra Holzapfel en un nuevo conversatorio sobre el tema realizado en Villa Grimaldi en conjunto con la Corporación Humanas. 

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A nombre de Humanas la abogada Camila Maturana dijo que la violencia sexual “se practica como medio  para humillar al adversario. Es un mensaje de mutilación y castración del enemigo, una batalla de hombres que se libra en el cuerpo de las mujeres”. Asimismo aseveró que “queremos acompañar las querellas que ha presentado Villa Grimaldi, Venda Sexy, Londres 38 y las que entendemos se presentarán en el próximo tiempo”.

Por su parte, Sandra Palestro, ex prisionera del Estadio Nacional e integrante de la Coordinación de la Red Chilena Contra la Violencia Sexual, profundizó sobre el silencio de las mujeres para abordar el tema y relató su propia experiencia.Afirmó que no hay palabras para nombrar el horror.

Por Carlos Antonio Vergara

A pesar del frío del invierno, acentuado por la cercanía geográfica de Villa Grimaldi a la precordillera de Santiago, el ambiente era cálido de amistad y fraternidad entre los asistentes a la Sala Taller, lugar donde se realizó el segundo conversatorio del año 2014 sobre violencia sexual, el cual fue moderado por Francia Jamett del Area Gestión Cultural.

La Secretaria General de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, Teresa Izquierdo, saludo a los asistentes señalando lo significativo que representa para nuestra entidad abordar estos temas.Recordó que “hace unos meses contamos con la presencia de Luis Muñoz, experto en trauma, que hizo un análisis acerca de cómo los sobrevivientes pueden superar la violencia que en sus cuerpos y almas han sufrido. Cada uno desde su propia biografía ha luchado por expulsar al torturador de su vida”.

“Este no puede ser solamente un esfuerzo personal -continuó-, es necesario enfrentar el trauma de manera colectiva”.Izquierdo se refirió al patrocinio de Villa Grimaldi a la querella presentada el 16 de mayo de este año y acogida por la justicia. En ese sentido agradeció la participación de querellantes y abogados que hicieron posible interponerla.

“Este tema jurídico es de la mayor importancia porque justamente se trata de que el crimen por violencia sexual sea incorporado a la ley  chilena así como está tipificado claramente en el derecho internacional”, enfatizó.

Asimismo reafirmó a nombre del directorio de la corporación “nuestra intención de seguir adelante en la búsqueda de justicia para todas y todos los que han sido tan íntimamente violados”.

La memoria de género como resistencia política y cambio social

Inició el conversatorioAlejandra Holzapfel, una de las querellantes y sobreviviente de Villa Grimaldi quien relató que el libelo agrupa a “4 mujeres jóvenes y estudiantes en esa época, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Partido Socialista y Comunista”.

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Holzapfel quien a la época de su detención tenía 21 años y era estudiante de veterinaria, indicó que en la presentación a los tribunales “queda en evidencia el proyecto de destrucción y aniquilamiento dispuesto por el gobierno cívico militar como una política de Estado. Estas cuatro querellas denuncian las atrocidades cometidas en el Comando Conjunto, en calle Dieciocho, en Villa Grimaldi, en Venda Sexy y Tres Alamos. Más allá de las descripciones horrorosas, lo que hace  distinto cada testimonio es que se centra en lo que nos sucedió en cuánto mujeres. En nuestra capacidad para revertir la vergüenza y luego poder hablar en público, sobre cómo los torturadores intentaron humillarnos; revela que la brutalidad de estos últimos nos ayudó a mantenernos firmes en nuestros compromisos y decisiones políticas. Estas historias permiten utilizar nuestra memoria de género como forma de resistencia política, género y cambio social”, reflexionó.

“Lo que sucedió en nuestro país fue una historia de terrorismo de Estado que se diseminó por Chile, Argentina y muchos otros países de América Latina, Africa, Europa y Medio Oriente en las últimas décadas del siglo pasado. Gobiernos autoritarios con la esperanza de obtener información que les permitiría deshacerse de toda oposición intentaron en forma sistemática deshumanizar a los prisioneros infringiéndoles tormentos insoportables. Pinochet  necesitaba neutralizar el poder de sus enemigos políticos con la esperanza de convertirlos o de aniquilarlos. La tortura fue entonces una forma de marcarnos como mujeres vulnerables y dejarnos fuera de la competencia por el liderazgo”, agregó.

“La tortura sexual fue también una forma de quitarles a los hombres su capacidad de resistencia debilitando los sentimientos de autoridad que ayudaban a estructurar una identidad masculina en Chile en aquel período. Muchos  de los propios prisioneros varones fueron obligados a asumir una condición sexualmente subordinada, similar a la de las mujeres golpeadas. Las mujeres en los campos de detención de América Latina experimentaron una forma de distorsión de género. Al reducirlas a meros cuerpos, considerando el cuerpo femenino como despreciable y sexualizando en la violencia contra ellas, la inteligencia militar intentaba transformarla identidad de una mujer: de militante política en víctima patética”, aseguró.

Tipificar la tortura y la violencia sexual en el Código Penal

“El restablecimiento de los lazos solidarios entre compañeras en la prisión y fuera de ellas se convirtió así en un elemento esencial para preservar recuerdos de antiguas aspiraciones y reconectarnos con identidades personales de las que nos sentimos orgullosas. A través de contar historias y dar testimonio, algunas mujeres pudieron limpiarse  del sentimiento de vergüenza asociado, con la mancha sobre su identidad femenina vulnerada por las humillaciones sexuales de los torturadores y han logrado servir de testigos una de la otra. Revelamos nuestro calvario como una forma de acción directa de resistencia permanente. Los relatos detallados transforman las acusaciones contra gobiernos autoritarios  en censuras específicas. En la medida en que la justicia implica a la exposición pública a los criminales, a aquellos y aquellas que han sufrido grandes abusos contra sus derechos humanos, los llamamos a denunciar los hechos”, expresó.

Holzapfel relató que era tan fuerte lo que tenía que vivir en Villa Grimaldi que “sentía que moría resucitaba y volvía a morir. Después de 5 días y en un estado de gran deterioro me sacaron de la Villa con la vista vendada y me trasladaron a un lugar denominado Venda Sexy”.

“A consecuencia de esta situación traumática–contó emocionada-,tuve muchas dificultades para rehacer mis relaciones afectivas y aceptar un vínculo marital. La constitución de una familia maravillosa con hijos y nietas es mi aliciente para seguir adelante”.

“La tortura y violencia sexual política sobrepasa a las víctimas directas, es un espejo del terror utilizado para amedrentar y someter a la ciudadanía en pos de la aceptación pasiva del régimen que se imponía a sangre y fuego. Todos fuimos torturados, se torturó también la boca y la lengua de la población para que no hablara y se torturo sus ojos para que viera”, manifestó.

“Los delitos de la tortura y violencia sexual gozan de la impunidad. Cuando el Estado no reconoce explícitamente estas violaciones graves a los derechos humanos,  el mensaje que está dando a las instituciones públicas de defensa o de orden y seguridad, es de continuidad. Así lo seguimos viendo hoy durante las movilizaciones estudiantiles. Es el caso de niñas y jóvenes detenidas, donde la violencia sexual se dirige contra sus cuerpos y sexualidad quedando los perpetradores una vez más impunes. Contra la impunidad de los torturadores exigimos tipificación de los delitos de lesa humanidad, tortura y violencia política sexual en nuestro  Código Penal, de manera ajustada a los tratados internacionales y de derechos humanos suscritos por nuestro país y también que el Estado otorgue asesoría jurídica y defensa legal en forma gratuita a todas las personas que interpongamos querellas por estos delitos ante los tribunales chilenos. Afortunadamente tenemos abogados de derechos humanos que han trabajado comprometidamente gratis en estas querellas, como en este caso Hiram Villagra y el equipo jurídico, enfrentando dificultades propias de las carencias en los trámites legales”, indicó.

Violencia sexual: estrategia de poder

Por su parte, Camila Maturana, abogada de la Corporación Humanas, calificó de “valientes” a las querellantes y resaltó la actividad conjunta con Villa Grimaldi, “en esta ardua y larga lucha que es visibilizar la violencia sexual contra las mujeres en la dictadura”.

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Planteó que “desde los feminismos se han desarrollado marcos conceptuales y estrategias políticas que han permitido comprender visibilizar la violencia sexual  como una estrategia de poder, como ejercicio de poder. La violencia contra las mujeres y en particular la violencia sexual, es expresión de las relaciones de poder que nos ubican a las mujeres en un lugar de subordinación y de negación de derechos, pero a la vez es una estrategia patriarcal para mantener la continuidad de este orden de género y esta jerarquía sexual”.

Aseguró que esta conceptualización feminista  “ha permeado el derecho internacional de los derechos humanos y en la actualidad un amplio conjunto de instrumentos internacionales abordan y procuran enfrentar el continuo de la violencia contra las mujeres, tanto en los espacios públicos y privados como expresión de género y violación a los derechos humanos. Quizás, los ejemplos más significativos están en la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la Mujer y el Estatuto de Roma, pero no son los únicos. También se ha reconocido a nivel internacional que en los conflictos armados, las mujeres se convierten en campos de batalla simbólicos y nosotras diríamos también materiales y concretos para la dominación y denigración del enemigo”.

Maturana dijo que “en palabras de la relatora especial sobre violencia contra la mujer, la agresión sexual a menudo se considera y practica como medio  para humillar al adversario. Es un mensaje de mutilación y castración del enemigo, una batalla de hombres que se libra en el cuerpo de las mujeres. La violación es utilizada por ambos bandos como un acto simbólico, es utilizada para desmoralizar al otro y, en muchas ocasiones institucionalizada por medio de la prostitución forzada y la esclavitud sexual en manos de militares”.

“Como muchas de ustedes saben –continuó la abogada de Humanas -, superando el tradicional entendimiento de la violencia sexual como un atentado al pudor o algo relativo a la supuesta honestidad, a partir del Estatuto de Roma, la violación sexual, la esterilización forzada, la prostitución forzada, la esclavitud sexual y el embarazo forzado se consideran entre los crímenes más graves que conmueven la conciencia de la humanidad, estos actos se consideran como crímenes de lesa humanidad, como crímenes de guerra tanto en conflictos armados de carácter internacional como no internacional y también como componentes de genocidio y eso recogiendo los avances de justicia de género alcanzados anteriormente en los tribunales para Ruanda, en la ex Yugoslavia que fueron parte de la estrategia global del movimiento de mujeres feministas para visibilidad y el enjuiciamiento de estos crímenes”.

La dificultad de Chile para hacerse cargo de estos crímenes

“En Chile, como en todas las guerras, conflictos armados y dictaduras, la violencia sexual hizo también parte del arsenal represivo y destructivo infringido a las mujeres. De manera sistemática y generalizada, las mujeres fueron torturadas y se impuso un castigo específico de carácter sexual por ser mujeres, por haber transgredido el mandato social de pasividad y reclusión en el espacio doméstico,  habiendo asumido una participación política activa o bien en algunos casos por sus relaciones, por ser la pareja de, la madre de, la hija de, la hermana de. Ciertamente como decía la relatora, se trató de una batalla entre hombres librada en el cuerpo de las mujeres. El cuerpo y la sexualidad de las mujeres fueron instrumentalizados por los usurpadores del poder  a fin de procurar restablecer aquel orden  político, económico, cultural,  social y también de género hegemónico que en los años anteriores pugnaba por cambios radicales”, puntualizó Maturana.

“A pesar de lo extendido y sistemático de la violencia sexual que hizo parte de los interrogatorios, de los castigos y muy especialmente de la vida cotidiana de los recintos en que estaban cautivas, esta realidad por demasiados años se mantuvo invisibilizada y silenciada, más allá de situaciones excepcionales”, añadió.

“Creemos que a la dificultad que en general ha mostrado la sociedad chilena para hacerse cargo de los horrores de estos crímenes –continuó la abogada-, se agrega la naturalización de la violencia contra las mujeres, la  cultura de la violación que naturaliza estos hechos, tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz”.

Al respecto remarcó que “organizaciones de mujeres y feministas han emprendido en primer lugar el desafío de romper este secreto a voces en busca del reconocimiento público de esta verdad histórica y de justicia y reparación para las víctimas y garantías de no repetición”.

Recordó que ya “en el marco de los 30 años del golpe de Estado se realizó una investigación Corporación La Morada, el Instituto de la Mujer y Corporación Humanas a fin de dar cuenta de este secreto a voces que era el carácter sistemático que tenía la violencia sexual en todos los recintos contra mujeres de todas las edades”.

Reconocimiento del Estado no se traslada al Poder Judicial

Maturana luego resaltó que “frente a las limitaciones que resultaron evidentes de la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura, la Comisión Valech, fue necesario interpelar al Estado de Chile ante organismos internacionales. El Comité Contra la Tortura el año 2004 recomienda al Estado de Chile no reinvisivilizar  la violencia sexual, que era lo que estaba pasando en ese momento. Todas estas acciones  confluyeron en que al menos, desde hace diez años atrás en Chile es parte de la verdad oficial, la verdad del Estado de Chile esta violencia sexual”.

Asimismo destacó que “si bien el Estado no modificó el mandato de la Comisión Valech, ni amplió sus competencias que era lo que el Comité contra la Tortura le recomendó específicamente,  a raíz de todas estas acciones, si determina reconociendo en un capítulo especial la violencia sexual contra las mujeres y eso es lo que nosotras identificamos como que a partir de ese momento es parte de la verdad del Estado de Chile, lo que a las mujeres les ocurrió por el hecho de ser mujeres”.

“El reconocimiento de esta verdad oficial no se traduce, no se traslada automáticamente al Poder Judicial ni a la respuesta de la justicia ni tampoco son avances lineales. Y el hecho, el informe de la Comisión Asesora Presidencial  para la calificación de detenidos desaparecidos y ejecutados  y víctimas de prisión política y tortura,  que conocemos como la Valech II, permitiera esta especificidad de la violencia contra las mujeres, nos muestra que no son avances lineales y que permanentemente tenemos que estar trabajando en ello”, explicó.

“Reconociendo las limitaciones que tiene la estrategia judicial o el litigio para el reconocimiento de las víctimas y para la reparación, de todas maneras  para la Corporación Humanas se torna importante esta vía para procurar reconocimiento y castigo específico de la violencia sexual cometida contra mujeres, entendiendo que la impunidad y la ausencia de garantías de no repetición, es lo que permite que estos hechos se mantengan naturalizados y trivializados y, también porque obstaculiza poder llegar transformar estas relaciones de poder que sustentan la violencia sexual”, apuntó.

Por ello “asumimos el año 2011 la representación de 5 mujeres que se querellaron en contra de los perpetradores y como 3 de estas mujeres fueron víctimas de la Operación Cóndor  en Argentina también hemos complementado esta estrategia judicial en Chile con la presentación de una querella en  Argentina, en Buenos Aires en mayo de este año”, informó.

Maturana señaló que “queremos acompañar las querellas que ha presentado la Villa Grimaldi, Venda Sexy, Londres 38 y las que entendemos se presentarán en el próximo tiempo, creemos que si bien esta estrategia de litigio si bien es compleja para las víctimas es muy importante, y estamos en las conversaciones para poder hacer acompañamiento y ser partícipes de este proceso también”.

Por su parte, Sandra Palestro, ex prisionera del Estadio Nacional, integrante de la Coordinación de la Red Chilena Contra la Violencia Sexual dijo que lo que se está viviendo “es un proceso que recién, un proceso que todavía no termina  y que va en etapas bastante incipientes”.

Romper el propio silencio

Palestro reflexionó acerca del silencio. Relató que en el Estadio Nacional “nosotras nunca hablamos de la tortura. No nos contábamos las unas a las otras lo que nos pasaba. Así, como, muy, muy de pasada, a veces alguna más amiga te contaba alguna humillación, pero no más allá, no profundizadamente, nadie contó, nadie dijolo que había pasado. Supimos, sólo de una compañera, que era demasiado evidente el deterioro con que llegó que pudimos saber que había sucedido exactamente con ella, pero el silencio en este sentido fue total. Hablábamos de cualquier otra cosa, pero menos de lo que sucedió”.

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“A veces también lo que hacíamos las más antiguas- continuó-, darle algunos consejos a las que venían llegando, por ejemplo, que sacaran los aros, cualquier cosa metálica, por la circulación de la corriente y sin decir nada más. O sea sin preparar el ánimo, decirles lo que les iba a suceder. Entonces eran como unos pequeños consejitos

“Entonces a partir de allí hubo un silencio completo respecto de lo que nos sucedía. Pasaron 14 años desde que salí del Estadio Nacional y conté lo que había sucedido y lo hice en el diván del psiquiatra en el Ilas (Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos, NDR), porque ya el cuerpo no soportó ese silencio. Empecé a tener insomnio, no me entretenía con nada, nada me alegraba y finalmente se me empezó a poner como un casco de acero que me apretaba la cabeza y entonces en un momento de crisis tuve que partir al Ilas. Ahí estuve 3 o 4 años en terapia y realmente esa fue la primera ocasión en que yo contaba, y me fui sintiendo mejor. Y seguí viviendo, sobreviví al hecho, pero nunca más tampoco lo conté, nunca más hablé de eso”, añadió.

Palestro explicó que su organización redactó el libro “Mujeres de Chile una historia necesaria”, entrevistaron a alrededor 400 mujeres en forma individual y colectiva. “En esa ocasión nadie contó algo sobre la tortura. Nosotras sabíamos que varias de ellas habían estado presas en distintos lugares del país. Pero todavía yo no me daba cuenta de eso, no era conmigo con el ausento. Esto de ver que había una ausencia de relatos de tortura, me di cuenta mucho después  del libro, cuando tomé un aspecto de esa investigación y lo seguí profundizando para mi tesis de grado de sociología. Entonces, recién me di cuenta que había esa omisión. Me da la impresión que tampoco ni siquiera en esa ocasión lo asocié con mi propio silencio y ya estamos hablando de los años ‘90”, puntualizó.

Falta de recepción a los relatos

“Me hacía mucho más sentido que el silencio se debía más a la situación de los familiares de los detenidos desaparecidos, pensábamos que el horror ahí era tremendo y que lo nuestro era menor”, precisó.

“Era un proceso al que le rehuí con la justificación del activismo –prosiguió la integrante de la Coordinación de la Red Chilena contra la Violencia Sexual-, un activismo total que no me permitía concentrarme, pensar sobre mi misma. Treinta años después con el informe Valech, cuando fui a declarar y empezaron a aparecer algunos reportajes en la televisión, de repente estaba mirando la TV y dije, pero eso mismo me pasó a mí. Me sentí impactada con eso que estaba viendo y entonces me empecé a sentir como en un lugar, en una pertenencia de algo. Y cuando uno ya teoriza más las cosas, creo que en ese momento lo personal se fue haciendo político. Yo me sentí ubicada en un lugar público y con otras, con un nosotras que nos había sucedido lo mismo. Ahí me di cuenta que había sido colectivo y, me di cuenta también después, masticándolo un poco más de este silencio que nos ha rodeado, porque yo he estado con compañeras de todas partes que han estado en todos estos centros de detención, pero nunca nos habíamos contado  lo que había sucedido”.

Dijo que sólo cuarenta años después, por petición de la entidad a la cual pertenece, ofreció un artículo sobre la tortura y la violencia sexual en la tortura. “Fue revivir. Me resultó penosísimo hacerlo, me demoré más de un mes en escribir 6 páginas. Fue realmente muy difícil, muy desgarrador, pero como tuve que aplicarme en eso, obligarme a recordar y a enterarme un poco más de los estudios, me di cuenta de la magnitud, la gravedad de este silencio”, detalló.

“Cuando empecé a informarme un poco,  sobre lo que decían respecto a la violencia en la tortura, la violencia sexual, me encontré con este libro “Memorias de Ocupación”  de la Corporación Humanas y el Instituto de la Mujer y ahí me encontré con el silencio. Ahí daban algunas respuestas, una explicación al silencio. Decía que no había palabras para nombrar el horror y efectivamente era así. Nuestros recuerdos eran imágenes que no podíamos ponerles nombres. Decía  que hablar el olvido no tenía correlato con la escucha, que en la sociedad no querían escuchar tampoco, entonces no había recepción para los relatos. Y efectivamente también era así. A mí me pasó. Lo descubrí haciendo ese artículo que una vez mi papá; habían pasado unos 19 años del golpe y de mi estada en el Estadio Nacional y me dijo lo que te hicieron esos carajos. Estábamos los dos solos. Yo empecé a tomar aire para contarle y mi padre se paró y se fue. No pudo escuchar, no quiso escuchar y se puso rojo, realmente no pudo. Y era un momento en que yo tenía esa disposición a contar”, apuntó.

Palestro citando a Roberto Garretón  planteó que ni la Comisión Rettig ni la Valech preguntaron sobre la violencia sexual en la tortura, no existía la pregunta. Y los relatos que hay son espontáneos y son muy pocos.

“El silencio de las mujeres está llena de razones, de respuestas, todas válidas, añadió. Siento que ahora sí conocemos un poco más y hemos ido por lo menos, durante estos 40 años reuniendo los fragmentos de nuestra vida, ese rompecabezas, esas esquirlas que saltaron para todos lados, las hemos ido juntando un poquito. Y ahora que sabemos de este silencio, que hacemos. Y eso es lo que están haciendo ustedes: hablar”.

“Cuando me pongo en el lugar de quien escucha, no puedo dilucidar si uno, diez o muchos relatos de horror le producirán una convicción de nunca más. Un nunca más definitivo. Peor aún, me pregunto si esa persona hará algo por ese nunca más. Cuando me indigno por la impunidad recuerdo que luego de la Comisión Valech, las fuerzas políticas pactaron 50 años de silencio para los torturadores. Nosotras y ellos en 40 años más vamos a estar muertos”, sentenció.

“Yo pierdo un poco la fe, pero me gustaría si decimos memoria, pongámosle carne, démosle vuelta, veamos por donde es mejor, si decimos que hay que hablar, veamos que hay que hablar, que hay que decir, entonces podemos ir mejorando nuestro optimismo de que pueda haber una concienciación mayor para que le pongan carne a ese nunca más”, concluyó Palestro.

Posteriormente el auditorio sostuvo un diálogo con las expositoras, matizadas a través de preguntas y planteamientos acerca de cómo enfrentar a futuro un tema del cual la sociedad chilena recién comienza a analizar y develar.

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