En medio de la controversia por la frustrada acusación constitucional en contra de la ministra del Interior Izkia Sichel, el diputado de extrema derecha Gonzalo de la Carrera se permitió expresar lo siguiente: “sería mucho más fácil ministra, pensándolo bien que ustedes tomaran el toro por las astas y extirparan a Héctor Llaitul y a toda su organización terrorista, la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), para que no tengamos que seguir renovando Estados de Excepción…”

Según la Real Academia de la Lengua, uno de los significados de la palabra extirpar es “Acabar del todo con algo, de modo que cese de existir” de manera que el  parlamentario en los hechos exigió dar muerte a Llaitul y a los demás integrantes de la CAM, pese a que en Chile la pena de muerte fue abolida y ninguna autoridad está facultada para matar o mandar a matar personas. Los únicos que pueden usar fuerza letal son los funcionarios policiales, pero solo bajo circunstancias  en que sus vidas o las de otros corran peligro.  

En Chile la palabra extirpar tiene una historia especialmente tenebrosa. La noche del 11 de septiembre de 1973, el general golpista Gustavo Leigh sentenció: «Tenemos la certeza, la seguridad de que la mayoría del pueblo chileno está contra el marxismo, está dispuesto a extirpar el cáncer marxista hasta las últimas consecuencias», palabras que rápidamente se tradujeron en  una brutal guerra de exterminio en contra de los disidentes, con miles de víctimas entre detenidos desaparecidos, ejecutados o víctimas de la prisión política y la tortura. 

Lo anterior prueba -por enésima vez-, la escasa empatía de la derecha con el tema de los derechos humanos y una inclinación atávica por la represión brutal en contra de los disidentes. Lo novedoso es la impudicia con que lo plantea, al estilo “derecha sin complejos” que puede terminar gobernando Chile al estilo de Nayib Bukele de El Salvador o Rodrigo Duterte de Filipinas.