«Siento que la marcha del 8 de marzo -si bien fue extraordinaria en su magnitud y muy numerosa- perdió importancia en su organización misma y más bien fue una suma de mujeres feministas, una suma de individualidades”,

“Esta descolectivización del movimiento no solo afecta al feminismo, sino que al general de las organizaciones sociales, las que durante el estallido social experimentaron “falsa sensación de unidad” en los en los objetivos, en las metas pero que en realidad no se habían consolidado en la sociedad civil, en la fuerza de los argumentos y en la necesidad del cambio o conciencia respecto de los objetivos de fondo; ya después vino la fragmentación por el tema constitucional y el plebiscito, lo que provocó la sensación de volver a fojas cero”.

La médico cirujana María Isabel Matamala es una voz autorizada en temas de salud con enfoque de género y ha coordinado diversas instancias relacionadas con el tema y los derechos humanos tanto en Chile como a nivel latinoamericano. Es además, consultora y autora de numerosas publicaciones sobre género, políticas públicas, salud, derechos sexuales y reproductivos y feminismo.  

Ante la conmemoración del 8 de marzo y las diversas actividades que se realizan durante este mes, conversamos con la doctora Matamala con respecto al presente del movimiento feminista y su visión frente a los desafíos que se plantean en el actual contexto.

A modo de diagnóstico, la doctora Matamala siente que “en general el feminismo ha tenido avances muy importantes, tanto a nivel mundial como a nivel país; si rebobinamos, al inicio de la post dictadura en la década de los 90, los conceptos ‘derechos sexuales y reproductivos’ no se aceptaban ni a nivel de las instituciones públicas ni en las grandes compañías” puntualizando que “esta resistencia -de alguna u otra manera- estaba vinculada con los gobiernos de la época, al punto que siempre nosotras pensábamos que, tarde o temprano, tendrían costos tanto para los políticos como para la institucionalidad del Estado y la sociedad civil”

“Y la paradoja –agrega la profesional- es que de no hablar de estos temas que, hemos dado un salto tremendo al tener hoy un gobierno que se declara feminista y que asume algunas de las demandas y propuestas más sentidas del movimiento, por lo que podemos decir que -en términos culturales- hemos avanzado”.

       Educación no sexista y la religión

Sin embargo, señala la doctora Matamala, este avance cultural no ha logrado estructurarse en el modelo educativo “Aún no tenemos una implementación de políticas o programas que realmente permitan que desde el inicio de la vida escolar tengamos una educación no sexista y que eso se traduzca en cambios reales, por lo que la enseñanza nunca se ha podido poner a tono con estas materias”. Y a todo aquello hay que sumar, agrega la profesional, “la ofensiva que desde hace años comenzó a desarrollar en toda América Latina el fundamentalismo religioso evangélico, que prácticamente se ha tomado las poblaciones y sectores populares, espacios que tanto la izquierda como la derecha han dejado de lado”.  

En este sentido, puntualiza: “Este fundamentalismo evangélico está ligado a las iglesias neo pentecostales de los Estados Unidos y cuentan con un tremendo presupuesto para difundir sus postulados y principios, muchos de los cuales atentan contra las propuestas del feminismo y la igualdad de los géneros y de las identidades, lo que viene aparejado con la ofensiva del ultra conservadurismo en Estados Unidos con Trump, en Brasil con Bolsonaro y acá en Chile con el partido Republicano, cuyo discurso busca instalar en la población una reacción antifeminista, frente a lo cual ya tenemos datos que nos indican una disminución de la adhesión al feminismo”. Para la especialista “es una estrategia invisibilizada que se está cimentando desde el silencio y que permite explicar, de alguna manera, esta sensación de peligro que tengo respecto de esos grupos religiosos y del trabajo que realizan en las poblaciones y en sectores populares”.

Frente a la reflexión del accionar del movimiento feminista, María Isabel Matamala hace énfasis en algunas situaciones. “La lucha que implica acabar con el acoso sexual logró generar una reacción de sectores que se ven en peligro de ser cancelados o denunciados por sus acciones y conductas, también abrió un debate al interior del feminismo acerca de cómo conciliamos nuestra vocación de paz con un punitivismo que puede ser exacerbado; la tarea no es punitivismo contra antipunitivismo, pero si hay y se mostró un feminismo que se opone a los extremos”.

Volver a lo colectivo

Y otro tema que me preocupa mucho –agrega la doctora Matamala- “es un cambio en el sentido de la organización de las actividades feministas, que de alguna manera tuvo su expresión en la marcha del 8 de marzo; si bien fue extraordinaria en su magnitud y muy numerosa, siento que perdió importancia la organización misma y más bien fue una suma de mujeres feministas, una suma de individualidades ¿Qué está pasando? Es algo que nos debe llamar a hacerle frente a esta situación y que ha contribuido a una nueva reacción -podríamos decir- desde la masculinidad, producto del claro debilitamiento de lo colectivo. Está descolectivización del movimiento no solo afecta al feminismo, sino que al general de las organizaciones sociales, las que durante el estallido social experimentaron “falsa sensación de unidad” en los en los objetivos, en las metas pero que en realidad no se habían consolidado en la sociedad civil, en la fuerza de los argumentos y en la necesidad del cambio o conciencia respecto de los objetivos de fondo; ya después vino la fragmentación por el tema constitucional y el plebiscito, lo que provocó la sensación de volver a fojas cero”.

Pese a esto, la doctora Matamala enfatiza que “siempre hay una oportunidad; no hay que perder las esperanzas y hay que tratar siempre de estar a la ofensiva”. Agrega que “para mí, hacer este ejercicio es más que una crítica: es realizar un análisis entendiendo los contextos; por ejemplo, nunca a mí me había sucedido que, en una marcha feminista, una pista completa de un lado de la Alameda estuviera con las manifestantes y la otra pista completa llena de vendedores ambulantes. Eso es transformar una marcha política casi en un “carrete”, pues se vendía alcohol, entonces, es la transformación de algo que era eminentemente político en algo que no corresponde: estamos conmemorando el 8 de marzo que tiene que incluir -obviamente- el respeto por lo que se conmemora el 8 de marzo. Y también teníamos cosas para celebrar como, por ejemplo, que la constitución francesa haya incorporado el derecho al aborto, pero que no tuvo ninguna resonancia en nuestra manifestación”.

        El debate para avanzar

  “Hoy en día hay que valorar muchísimo los espacios de intercambio de ideas” señala la doctora Matamala. “Hace poco estuve en un conversatorio en el GAM y me dio mucha alegría estar ahí, donde compartían mujeres de diversas edades en un debate que espero continúe”. Además, agrega, “veo que a nivel del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género hay iniciativas y hay empuje como para implementar algunas promesas que estaban pendientes desde hacía mucho tiempo.  Por ejemplo, señala, “creo que tenemos que estar atentas atenta siempre a lo que está pasando con la ley sobre interrupción voluntaria del  embarazo (IVE)  -que permite a mujeres, niñas y personas con capacidad de gestar que se encuentren en algunas de las 3 causales (riesgo vital, inviabilidad y violación) decidir si interrumpir o continuar el embarazo- porque salvo en el caso de violación, en la realidad se mantiene lo que se venía haciendo mucho tiempo que es que a nivel de las instituciones de salud aplican la objeción de conciencia institucional, que no tiene nada que ver, en términos reales, con lo que es el derecho a la objeción de conciencia personal. Hay quienes están en desacuerdo, pero tienen miedo porque eso les pueda involucrar y tengan que hacer alguna gestión más allá de lo que estás dispuesto desde su espacio de confort”.

Por ello, finaliza María Isabel Matamala, “ya que el Ministerio de la Mujer se está jugando por defender estos avances y proponer otros, obviamente se necesita que haya también un movimiento feminista, colectivo, compacto y fuerte, que sea capaz de acompañar las iniciativas desde el movimiento social más allá de lo que sucede a nivel de los pasillos del Parlamento o de la política”.

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 * María Isabel Matamala es una destacada profesional y voz autorizada en temas de salud con enfoque de género; en Chile coordinó el Programa de Género en las Políticas de Reforma de la Salud y la creación de los Observatorios de Equidad de Género en Salud (Santiago) y de Equidad en Salud y Pueblo Mapuche de la Araucanía (Temuco), bajo el alero de la Organización Panamericana de la Salud; es integrante de los Departamentos de Derechos Humanos y de Género del Colegio Médico de Chile (COLMED), de la Red de Género de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES) y del Consejo Asesor de la Fundación Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC), siendo además, consultora y autora de numerosas publicaciones en materia de género, políticas públicas, salud, derechos sexuales y reproductivos y feminismo.