Matías Silva Alliende *

No soy viejo, tengo 39 recién cumplidos, pero efectivamente nací en otro tiempo, en una etapa de la historia que ha desaparecido para siempre y de la que sólo queda eso, historia. Nací en 1972, es decir en el siglo previo a éste; pero ni siquiera esa separación de siglo alcanza a transmitir la dimensión del abismo que separa ese momento del actual.

Siempre hemos tenido narraciones que nos explicaron el mundo, que nos dijeron en términos épicos quiénes éramos, adónde íbamos, cuáles eran nuestras opciones en el corto tiempo de nuestras vidas. Yo crecí escuchando a mi Viejo hablar de Danny Cohn Bendit y de mayo 68, de la FECH y de la reforma universitaria en la cual él participó activamente. Esas narraciones contenían héroes, el Viejo era uno de ellos, también estaban Freddy Taberna y Carlitos Lorca.

El Viejo me decía que uno podía adherir o combatir estos relatos; si era más sofisticado, podía incluso discutir las ideas que los sustentaban. Pero lo que no podía hacer, era sustraerse a ellas, negarlas, pretender que no estaban allí.

Apenas 9 días de haber cumplido mi primer año de vida, toda esta aventura épica colectiva, se marchitó de un Golpe. De pronto ya no había lucha de clases, de pronto, esas grandes narraciones que unían pasado, presente y futuro eran meros cuentos para niños.

Creo que este ha sido el gran problema de mi generación. Hemos visto el abrupto final de una historia, el esfuerzo colectivo de amnesia, el olvido deliberado de que alguna vez existió y el nacimiento de otras nuevas, con juventud, frescura y espontaneidad. Ha sido como asistir a una obra de teatro entre bambalinas. Las generaciones que nos siguen podrán disfrutar del espectáculo. Nosotros estamos arruinados. Esa semana del homenaje en el Club Providencia, volví a pensar esto, se trata de un pensamiento que es como un oleaje, viene y va.

Padecí mi niñez y parte de mi adolescencia bajo la dictadura militar; mi hermano, apenas una año mayor que yo, recuerda ver a mi madre ser conducida por militares fuera de la casa después de un allanamiento. El destino fue Villa Grimaldi y su interrogador Krassnoff. Mi madre guarda silencio hasta el día de hoy de lo vivido ahí. El mismo silencio que sentí al visitar unos años después el hoy día Parque de la Paz.

Han pasado años, las denuncias y juicios originales, la impunidad, los nuevos juicios. Krassnoff ha sido enjuiciado y está preso; por las circunstancias del país y su edad, parece que será definitivo. Hasta hace unas semanas yo esperaba que nuestra democracia se sustentara en los principios de toda democracia moderna, sobretodo en el principio de la invulnerabilidad de la dignidad humana.

Pero aparecen el Alcalde y HPA calificándonos como intolerantes y apelando a argumentos de los negadores del Holocausto señalan que los juicios son producto del deseo de venganza de los vencidos, que no soportan la derrota; las asociaciones de derechos humanos no son grupos de familiares y abogados, sino de persecución y venganza; las decenas de testigos han sido entrenados para repetir un mismo relato mentiroso y los jueces son todos de izquierda y revanchistas.

Ya no hay conexión con las responsabilidades del pasado, sólo queda la primaria división entre dos bandos, ellos y nosotros, amigos y enemigos. Por un lado, los familiares y amigos de los acusados y por el otro los familiares y víctimas que aguardan el demorado día de justicia.

Por eso la aparición de Bellolio en Providencia, me parece una candidatura interesante, considerando el universo electoral de la comuna. La elección del “mesocrático citadino” ayudaría a dejar a Labbé donde realmente tiene que estar; junto con el homenajeado Krassnoff en el capítulo más oscuro de la historia de nuestro país, capítulo que seguramente cobijarán en sus mesas de noche sus 50 seguidores reunidos en el Club Providencia. Por mientras nosotros vamos tratar de reconstruir nuestro relato, invitando a los más jóvenes a seguir marchando, si quieren dos veces por semana, los jueves por la ciudad y los lunes al registro electoral a inscribirse, por que sin inscripción automática no nos queda otra alternativa.

Fuente: www.elmostrador.cl

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Profesor de Derecho Constitucional, Universidad de las Américas