Olivia fue al igual que muchas otras madres, una destacada socia fundadora de la Corporación Villa Grimaldi. Fue una luchadora incansable tras verdad y justicia para su hija y todos y todas quienes desde el cuartel «Terranova» y otros centros de exterminio fueron convertidos en detenidos-desaparecidos. Hace años, Olivia escribió este texto en recuerdo de su hija. Hoy las homenajeamos y recordamos a las dos.

Mi hija, Maria Cecilia Labrín Saso, nació el 15 de mayo de 1949, en Santiago. Era Asistente Social.

Sintetizando todo lo positivo y hermoso que ha sucedido en mi vida, puedo decir con toda convicción y certeza que ese todo es ella, mi querida hija.

En una etapa triste de mi vida necesité de toda mi entereza y lucidez para enfrentar el problema y ahí estaba ella con solo 12 años, consolándome y dándome ánimos para sobrellevar y solucionar en parte esa etapa negativa. Sólo me daba satisfacciones, en el colegio fue siempre muy buena alumna, los testimonios de sus profesores lo confirman, aún más, estando ya en la Universidad de Chile, la Directora del Colegio de Asistentes Sociales me escribió unas lindas palabras respecto a su quehacer dentro del Colegio, las transcribo, pues testimonio tan valioso no puede quedar sin salir a la luz: «Su curso fue uno de los que promovió el proceso de Reforma Académica y profesional de nuestra Escuela. Ella siempre estuvo presente en las primeras filas de vanguardia enfrentando a profesores y estudiantes temerosos. Nunca transó los principios e ideales por los cuales luchaba. Su generación gestó y realizó el proceso de Reforma de la Universidad de Chile, intentando ponerla al servicio de las grandes mayorías nacionales». Cuando estaba viviendo la etapa más trascendental y feliz de su vida ya que esperaba su hijo, que ya tenia casi tres meses dentro de ella, fue detenida y sacada de nuestro hogar ante la triste y horrorizada vista de sus hermanas y mía. Se veía tranquila. Cuando pedí acampanarla se negaron sus captores, y ella me dijo: «no te de pena mamá, yo no voy tan sola, llevo a mi hijo y él me dará fuerzas y muchos deseos de seguir luchando». En el momento no aquilatamos la magnitud de la detención, no sabíamos del desquiciamiento de que eran capaces los hombres del régimen. Desde entonces empezó el peregrinaje en su búsqueda.

Debo confesar que ahora siento un poco de temor cuando recuerdo todos lugares a que entré, recintos que por lo tétricos deben de haber sido cárceles o lugares de tortura. En algunos de estos lugares me escucharon o aparentemente lo hacían y decían comprender mi angustia, en otros, sencillamente como no tenían una respuesta honorable que dar, me cerraban la puerta en las narices, como me ocurrió en los subterráneos del Ministerio de Defensa. A pesar de toda esta tragedia y con la impotencia de no poder saber de Cecilia, la familia sigue aún viva porque nos anima la esperanza de saber de su suerte y de su hijita, de cuya existencia me enteré durante el transcurso de las averiguaciones que hacía por saber del paradero de mi hija, aunque a ambas todavía no puedo estrechar entre mis brazos.

Hemos aprendido a querer y considerar como nuestra a cualquiera criatura que sufre y se desampara.

Hija, dejaste cuando te llevaron una senda trazada, al principio no la vislumbramos, pero a medida que ha pasado el tiempo, tenemos la seguridad que los desvelos de todos los que están Detenidos y Desaparecidos no han sido en vano. Toda la gente que gira alrededor de esta huella, es como una lumbre que ilumina y con su luz guía y alienta a mucha más gente a unirse, tengan plena certeza que cada día somos muchos más.

Olivia Saso