En el marco de una nueva conmemoración de la Operación Colombo, conversamos con Lucía Sepúlveda, periodista, ex militante del MIR y autora del libro “119 de nosotros” sobre el rol de la prensa durante la dictadura y la actualidad, la búsqueda de justicia y la vinculación pasado-presente de los procesos históricos y luchas sociales.
Fue hace 46 años que en los medios de comunicación chilenos se publicaron los nombres de 119 compañeros y compañeras de movimientos de izquierda, principalmente del MIR, que habían sido secuestrados y desaparecidos entre 1974 y 1975. En sus artículos, que se encontraban bajo titulares horrorosos como “Exterminados como ratas”, señalaban que estos compañeros habían caído por rencillas internas dentro del mismo movimiento o por enfrentamientos con la policía argentina.
Sin embargo, los familiares, prisioneros políticos y agrupaciones de DD.HH. sabían que se trataba de una mentira. La denominada “Operación Colombo” fue un montaje orquestado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), en colaboración con servicios de inteligencia de Argentina y Brasil, para encubrir los asesinatos de estas 119 personas. Considerada una de las primeras acciones de la “Operación Cóndor”, en el que los distintos regímenes dictatoriales del Cono Sur de América se organizaron para vigilar, secuestrar, torturar, desaparecer y asesinar a opositores, la “Operación Colombo” fue uno de los hitos más brutales de la dictadura en Chile.
Al igual que la mayoría de los casos de violaciones a los DD.HH. en Chile, la justicia no ha llegado para los familiares de las víctimas de este montaje o ha avanzado de manera insostenible. De los 119 casos, solo 64 tienen sentencias de la Corte Suprema, en las que incluso hay absoluciones. Para conmemorar este día, conversamos con Lucía Sepúlveda, sobre la manera en que se llevó a cabo esta operación, el rol que tuvo la prensa, la organización de familiares y la vinculación pasado-presente de los procesos históricos de la dictadura y la revuelta social.
¿Cuál fue el rol de la prensa durante la dictadura y específicamente durante la Operación Colombo?
– La prensa fue absolutamente cómplice en el éxito de la dictadura y de esta operación, ya que tomaron un rol activo en difundir lo que hoy día diríamos fake news, que provenían de la DINA y sus contactos en el exterior, como de Brasil, Argentina y Paraguay. Esto fue un montaje comunicacional, que se preparó utilizando medios de comunicación prácticamente inexistentes o falsos en Brasil y Argentina, con información falsa que luego fue publicada en Chile sin corroborar los hechos. No podíamos esperar otra cosa, porque la prensa estaba absolutamente subordinada a la dictadura. De esa manera había un mensaje único para toda la población, por lo que brindar la información real quedó en mano de la resistencia organizada, los familiares de presos políticos y desaparecidos. Ellos y ellas se organizaron frente al horror de estos hechos, al dolor y el impacto de ir caminando por la calle y encontrarse con estos titulares espantosos. En ese sentido, fue fundamental la organización de las familias, principalmente de las mujeres, para gestar la contracorriente de la información y que esto saliera al extranjero.
También para la Operación Colombo, los presos políticos del campo de concentración Melinka en Puchuncaví realizaron la primera huelga de hambre durante la dictadura, como una forma de protesta y de dar a conocer los hechos. ¿Qué relevancia tuvo este hecho?
– Muchos presos de Melinka habían sido compañeros de militancia y lucha de los detenidos de ese montaje. Entonces ellos reaccionaron dando un testimonio con sus propias vidas y cuerpos, porque era lo único que tenían para manifestarse, no había otra forma. Fue un gesto noble y heroico, el dar el testimonio de que los habían visto, de que estuvieron detenidos y de que lo que decían los medios era totalmente falso. Fue muy importante no solo la huelga sino que el rol de los sobrevivientes al dar su testimonio posteriormente en los tribunales para la búsqueda de la verdad y la justicia.
¿Cómo ve ese rol de complicidad de violaciones a los DD.HH. en la prensa actual?
– Este montaje fue una escuela de aprendizaje para los “amigos del crimen”, hemos visto la repetición de estos montajes de una u otra forma décadas después. Lo más evidente es cómo la prensa chilena desde los 90 ha venido informando del “conflicto mapuche”, sin informar que en un conflicto siempre hay más de un actor, y no hablan de las forestales ni el Estado . La prensa tergiversa lo que ocurre, crea sesgos, no entrega contexto y tiene una intención detrás para deslegitimar la lucha por la recuperación de las tierras. Es un montaje sostenido en el tiempo que termina justificando que hayan operaciones en contra del pueblo mapuche.
Esa repetición la hemos visto en otros aspectos. Por ejemplo, una de las cosas más terribles de la dictadura fue el uso de la violencia político sexual contra mujeres en la resistencia. Eso se repite hoy, sigue existiendo en Chile la tortura y la violencia político sexual. Es la continuidad de ese montaje, una historia sin fin, no hay justicia para los crímenes de la dictadura y se mantienen las mismas prácticas contra luchadores sociales y políticos.
Y esa repetición también se ha dado con la represión y violencia del Estado durante el estallido social…
– Hay muchas cosas que se repiten. Hay sectores importantes en Chile que dicen que no hay presos políticos hoy, le cierran los ojos a una realidad, no entienden el contexto de la revuelta popular. Hay un negacionismo y eso no está desvinculado de los hechos del pasado. Se ha repetido la impunidad, la impunidad se ha hecho costumbre, tanto para los casos de violencia terrorista del Estado vinculados a la dictadura y los del estallido social.
Lamentablemente familiares de las víctimas o ex presos han fallecido sin encontrar justicia, aun cuando dedicaron toda su vida a eso. Cada vez hay menos gente que ha tenido relación directa con los hechos de la dictadura, ¿cómo mantenemos viva la memoria y la lucha por la justicia en este contexto?
– La memoria no puede construirse si no está anclada en el presente, vinculando las luchas, hay que buscar la forma de ir haciendo las analogías de los periodos que vivimos. Por ejemplo, durante el estallido social, me preguntaban por qué estaba ahí y yo respondía que iba con el recuerdo de mis compañeros y compañeras que también habrían estado en las luchas de hoy. En estos días pienso que es un privilegio que podamos ser testigos del proceso constituyente y que nuestros compañeros y compañeras de los 70 fueron parte del esfuerzo para haber logrado esto, porque ellos dejaron sembrada una huella de dignidad que perdura hasta hoy.
Me refiero particularmente a las mujeres, cuyo rol durante la dictadura ha sido más invisibilizado, hay grandes héroes pero también las mujeres fueron importantes en la resistencia. Ellas generalmente eran enlaces, como no había celular ni internet quedábamos reducidos a la comunicación física entre compañeros, y eso era un riesgo, salir a la calle, podías no volver. Esas experiencias hay que valorarlas, al igual que visibilizar las luchas de los y las jóvenes. Los jóvenes en los 70 no eran tan distintos a como son hoy, eran alegres, eran vitales, eran orgullosos, independientes, tenían las características que van a tener los jóvenes en todas las épocas. No eran seres tan extraordinarios y diferentes. Eran una generación que se la jugó por el cambio porque no les gustaba el mundo en que vivían y yo pienso que a muchos de las y los jóvenes de hoy no les acomoda seguir viviendo como nos hacen vivir hoy día.
Para mantener viva la memoria creo que es importante el aporte del arte, para encontrar a estas dos generaciones, ver cómo antes se hizo carne ese coraje, esa resistencia y cómo se expresa hoy. Ya lo vimos en las manifestaciones con las canciones que sonaban, de Jorge González, Víctor Jara, Violeta Parra o los Inti. Hay un vínculo con el pasado, un hilo que une generaciones, ese anhelo y deseo de cambiar, no solo mi vida sino que las de las y los otros, entender que hay otro afuera esperando ver qué vamos a hacer juntos.
En cuanto al rol de las mujeres, ¿cree que actualmente se sigue invisibilizando su rol en los movimientos sociales?
– Si, lo veo por ejemplo en el dolor de nuestras compañeras de antes, al mirar la portada de los 119, es similar al dolor de las madres de ahora que ven todos los días en la prensa que no hay presos políticos, cuando ellas se tienen que levantar a las 5 de la mañana para ir a la cárcel a dejarle lo elemental a sus hijos, con la angustia de qué les va a pasar. Están viviendo una experiencia parecida a la que vivieron las madres de los presos y desaparecidos de la dictadura. No es exactamente lo mismo, pero el punto común es esa búsqueda de justicia y la invisibilidad de su rol.
Yo creo que estar en contra de la impunidad en el pasado no puede estar separado con lo que ocurre hoy, no se puede aceptar que existan presos políticos. No podemos construir el futuro de nuestro país sobre la base de haber sacrificado nuevamente a otra generación. La lucha contra la impunidad no tiene límite temporal, no puedes estar contra ella hoy si avalas que salgan a la calle los criminales de la dictadura. Tiene que haber justicia en los crímenes de ayer y hoy. Esa es la única forma de que el “Nunca más” sea real, porque hasta ahora ha sido solo una consigna.
Una de las motivaciones de su libro “119 de nosotros” era mostrar las historias de cada compañero y compañera, más allá de ser un simple número. ¿Cree que las violaciones a los derechos humanos hoy se están tratando como cifras más que las realidades de miles de personas que sufrieron estos hechos?
– Hay que partir de la base de que ningún ser humano debe sufrir ni tortura ni mutilación, no importa cuantos, la situación es grave de por si. El uso de la violencia terrorista del Estado es inaceptable ya sean diez personas o sean miles los afectados. Las cifras sirven para determinar si es violencia sistemática o un caso errático, pero de todas formas el Estado debe ser considerado responsable por estos casos.
Ahora, en cuanto a los casos, creo que las redes sociales han permitido visibilizar mejor los impactos de este tipo de violaciones. Hay algunos casos que se han hecho más visibles, que se han instalado más en la memoria colectiva de la sociedad. Es importante darle la dimensión humana a esto, porque son vidas destruidas. El efecto de la tortura tiene consecuencias que perduran en el tiempo, es la destrucción de proyectos de vida, es un impacto muchas veces transgeneracional.
Hay casos extraordinarios, como el de Fabiola Campillai o Gustavo Gatica, quienes han tenido una fuerza impresionante para presentarse y resistir mostrando lo que ha pasado. Hay otros que quizás no han tenido la capacidad de procesar lo que les pasó o legítimamente no quieren exponerse, al final es una decisión personal, porque son cosas complicadas. Esto último lo hemos visto también en los casos de presos políticos, que muchas veces las propias familias no quieren reconocerlos como tal, porque piensan que pueden tener más consecuencias. Cada caso tiene sus particularidades. Lo que se ha planteado desde organizaciones de Derechos Humanos y organizaciones feministas, como la Plataforma Plurinacional Feminista, es la necesidad de crear una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación que aborde los casos de violencia del Estado durante la revuelta popular para que llegue a conclusiones, persiga la justicia en todos los casos actuales y del pasado y garantice la no repetición de los hechos.