Carlos Ernesto Sánchez

Fue a Francia por un largo período, cuando se sintió solo. Sin responsabilidades pastorales, castigado por Roma por su defensa de la libertad y su incansable labor en el campo de los Derechos Humanos.

La tristeza me embarga. Un dolor profundo estruja mi corazón. Ha muerto mi padre, amigo, compañero, Monseñor Jorge Hourton P., uno de los grandes obispos que ha tenido nuestra Iglesia y el país. Hombre ejemplar. Intelectual brillante y humilde. Poseedor de la fina ironía de los espíritus selectos. Lento al hablar, rápido en la sabia respuesta.

Fallece obispo emérito auxiliar de Temuco, Jorge Hourton

Mi primer contacto con este gran obispo fue en años de la dictadura cuando, siendo estudiante en Conferre –Conferencia de Religiosos de Chile- fui junto a otros religiosos a explicarle que deseábamos hacer un ayuno en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, para lo cual haríamos toma del templo.

Escuchó atentamente. Luego, con su característico hablar, dijo que como obispo no nos autorizaba semejante acción, pero añadió “como Jorge Hourton, los apoyo”. Esa acción de nosotros, estudiantes religiosos, fue un acto profético de anuncio y denuncia. Días que estuvimos rodeados por fuerzas de Carabineros, civiles y hasta militares.

Nuestro Padre Obispo nos apoyó. No con consignas ni pancartas, sino con oración, reflexión, eucaristía. Nos enseñó a perder el miedo y confiar en el Señor, a quien consagró su vida.

Cuando la Vicaría de la Educación, por presiones de la dictadura, retiró mi permiso para hacer clases de Religión él, siendo Vicario de la Zona Centro, de su puño y letra, extendió autorización para que pudiese seguir ejerciendo la docencia.

Tiempos difíciles. Una que otra vez, lo encontré en Santiago. Luego fue a Francia por un largo período, cuando se sintió solo. Sin responsabilidades pastorales, castigado por Roma por su defensa de la libertad y su incansable labor en el campo de los Derechos Humanos. Mientras otros callaban, él ponía al servicio de los pobres y marginados su voz, su escritura, y presencia.

En el ejercicio de mi locura, de un día para otro abandoné todo y emprendí viaje a Temuco. Alguien me informó que él estaba de Rector de la Universidad Católica. Llegué a la Araucanía de madrugada. Fui a la rectoría de la Casa de Estudios. Al verme, me abrazó preguntando qué hacía por esas tierras de exilio. Él sentía que estaba exiliado.

No sólo me otorgó dinero, sino me envió a Chol Chol con una tarjeta que decía: “Todo lo que diga este hombre, es verdad”, firmado por Jorge Hourton, Obispo.

En esas maravillosas tierras viví un par de años. Siempre el santo obispo fue mi defensor. El amigo que me recibía para saber noticias de Santiago, hacer comentarios, prestarme libros o revistas. Que le contara de mis trabajos en medio del pueblo mapuche.

Cuando en Chol Chol di inicio al Colegio de Adultos, monseñor –príncipe de la Iglesia- estaba allí sentado compartiendo un té en la fría noche de inauguración. Lo mismo cuando dimos inicio a la Casa de los Jóvenes. Se dio tiempo para estar presente. En su apretada agenda de rector, obispo, intelectual, dejó espacio para estar conmigo en los locos proyectos inyectados de sueños con los pobres, jóvenes, mapuches, mujeres.

Encontrarme con él siempre fue una instancia para recordar a los amigos de aquel tiempo. Y compartir nuestros pesares y alegrías por los pasos o retrocesos de la iglesia.

Este maravilloso obispo ha muerto. Mejor dicho ha vuelto a casa del padre que fue su amor y a quien dedicó cada minuto de su existencia.

Jorge Hourton vuelve donde el buen Dios, con miles de voces que lo recuerdan con agradecimiento por su entrega y valor. Supo amar en concreto. Al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios.

Este obispo, siendo un brillante intelectual, lúcido teólogo, profético pastor, la Iglesia (su estructura) no supo darle el lugar que correspondía. De una u otra manera su voz fue acallada y escritos silenciados. El gran aporte que hizo en la comisión para los no creyentes y los hermanos separados es fundamental para lograr pasos de comunión.

Mi corazón llora y me estremezco de pena. No fui a verlo en su refugio de últimos días. Siempre dije mañana.

Don Jorge… qué decirle. No he clausurado los sueños, como usted me dijo. Tantas historias que contarnos. Los bellos atardeceres de Temuco recordando los días de Santiago. Incomprensiones, pero también amistades que siempre usted recordó como la del santo Obispo Enrique Alvear, de Fernando Ariztía. Y la amistad que le prodigó monseñor Sergio Contreras, amigo leal que lo recibió en su casa, en su diócesis en momentos difíciles.

Padre, amigo, compañero, Monseñor Jorge Hourton: descansa en paz. Tu vida y testimonio fue mostrar el rostro de nuestro amado Dios.

Hasta Siempre Compañero.

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La Nación.cl