Unidos hoy por afinidades electivas, la base más sólida de los afectos y de la fraternidad, nuestras vidas entrelazadas a un proyecto revolucionario, a una organización, el MIR, que aunque no vigente como tal, continua vivaz a existir en cada uno de nosotros y seguramente más allá de nosotros, ya que el espíritu revolucionario no puede ser exterminado ni enterrado. El pasado no pasa y con el vivimos la intensidad del presente.
Unidos, entonces, como colectivo y amigos, nos propusimos crear un lugar abierto adonde poder descansar juntos. Una evidencia para los que lo desearan. Un reconocimiento a nuestros itinerarios, hoy dispersos en cartografías sociales diversas pero siempre activos, desde el territorio en que nos encontramos, guardando intacta la indignación de nuestra juventud ya que las razones de indignarse, rebelarse y trabajar organizadamente y colectivamente nadie puede arrebatárnosla. Nuestro compromiso es el mismo aunque tome formas distintas. Ya estamos viejos pero mientras haya un soplo de vida, en las trincheras, humildemente, estaremos. Pequeñas acciones, pequeños gestos, como los que en el pasado realizamos, ya que es la suma de ellos los que fueron creando un camino y dibujando un horizonte.
Ese horizonte de sentido de nuestras vidas que a veces en este largo tiempo en que tuvimos que pasar de la sobrevida a la existencia parecía que había desaparecido, ha sido iluminado con el que hacer y las luchas de las nuevas generaciones, a la escala de nuestras vidas hemos pasado del dolor más terrible, la muerte y la derrota política, al asombro de ver la esperanza abrirse paso obstinadamente en nuestras cabezas cansadas. Y una energía nueva nos mueve a continuar.
El centro, la esencia de esa energía la dan nuestros muertos que con su vida y su muerte nutren de iluminaciones, recuerdos íntimos el torrente de la historia haciéndose. Sin los dolores y las alegrías del pasado no hay presente ni mañana.
Movidos entonces por esa convicción que nada tiene que ver con el culto a la muerte es que nos decidimos a crear esta tumba colectiva, una suerte de monumento necesario a la cristalización del recuerdo. Un lugar digno y simple. Fui testigo de los esfuerzos, del trabajo día a día, vi otra vez operar el milagro de la acción colectiva, se juntó el dinero, se sumaron los talentos y los oficios de los unos y de los otros y se construyó este mausoleo.
Reunidos hoy en la inauguración de este espacio, recordamos a nuestros muertos. Recordamos a Miguel que con su gesto de combate marca de un sello luminoso y para siempre el flujo de la historia de Chile y, me atrevo a decirlo, de la humanidad. Vemos en este día lluvioso su sonrisa y su mirada, sus manos y su rostro, nos dejamos trasportar por su manera de ser y su inteligencia, sabemos que sus ideas circulan sin descanso y libremente entre el cielo y la tierra.
Estoy convencida que la compañía de los muertos no tiene nada de mórbido, sé que nuestros ausentes solo morirán el día de nuestra propia muerte, pero sé también que cada muerte es una perdida, una perdida que nos deja más pesados. Sin embargo, ese peso es lo opuesto a una carga, es un mensaje compuesto no con palabras, sino con actos y heridas.
El mundo es otro, ha cambiado, rechazamos ser la caricatura del pasado y porque aún estamos vivos hemos ido también trasformando nuestro pensar y nuestro que hacer.
En los tiempos oscuros del capitalismo triunfante fuimos con tozudez, con perseverancia, aprendiendo a cepillar la historia a contrapelo.
No renunciamos a cambiar el estado del mundo, pero Hoy Más que nunca, sabemos que nuestro compromiso es una apuesta lógica sobre la incertidumbre. Una apuesta ordinaria, reanudada cada día. Es la que hacen, con toda simplicidad, miles de militantes sindicalistas, asociativos, políticos, a través del mundo. Por lealtad hacia ellos, cuando nos implicamos es por mucho tiempo. No tenemos derecho a tirar la esponja, a rendirnos, a la menor lasitud, al menor accidente de recorrido, a la menor, y ni siquiera, incluso, a la peor decepción.
Lo más grave son las derrotas internas, por abandono, por decepción y por desilusión, por negación y traición… Las derrotas sin combate que son primero y sobre todo debacles morales.
La política es hoy más necesaria que nunca, la política esa imperiosa obligación de comprometerse, de apostar sin ninguna certeza de triunfo, como una especie de melancólica tirada de dados
Sí, porque Nosotros, que estábamos apurados, tuvimos que someternos, contra el tiempo que siempre apremia, a la ruda escuela de la paciencia y aprender la lentitud de la impaciencia.
Pero nuestra reflexión es sencilla: El mundo como está no es aceptable, por lo tanto hay que tratar de cambiarlo. Incluso sin ninguna garantía de conseguirlo. En el fondo se trata de eso. No de abrazar una causa concreta, o un partido, sino de vivir una relación con el mundo sin reconciliación posible.
Permanecer fiel a lo que fuimos es no ceder al mandato de los vencedores, no rendirse a su victoria, no volver al redil. Al contrario del apego canino a un pasado marchito, es permanecer “fiel a los encuentros”, amorosos, políticos o históricos.
Reafirmemos hoy el pacto a la única fidelidad que nos queda: continuar a trabajar para lo incierto, luchar por un mundo más justo y humano, luchar para ahorrarnos, al menos, la vergüenza de no haberlo intentado. La duda está relacionada con la posibilidad de lograrlo, no con la necesidad de tratar de hacerlo…