La obra denuncia la tortura, uno de los peores crímenes contra la humanidad, pero a través de distintos efectos va mostrando que el ser humano, es capaz de levantarse, de reconstruirse, sin olvidar, a pesar de la intolerancia, que da origen y hace surgir lo peor de la especie humana.
Texto: Carlos Antonio Vergara, fotografías Luis Fernando Arellano
Tres funciones presentó la Compañía Ciclo Teatro de su obra Caballito de Mar, La Memoria no se olvida, en el Teatro por la Vida, basada en el testimonio del periodista Mario Aguilera, quien decidió contar sus experiencias como ex torturado y prisionero político cuando tenía 20 años de edad a travès de relatos que difundió el año 2014. La fuerza de esos testimonios inspiró la pieza teatral.
El propósito de la dramaturga Alejandra Alvarez, directora de Ciclo Teatro es pedagógico y artístico a la vez o tal vez militante. Esto se hace saber al inicio de la pieza con una especie de declaración de principios de cada uno de los actores. Uno de ellos afirma: no quiero que mis hijos sean abusados, yo también soy Mario Aguilera.
Relatar la tortura a través de la representación escénica no es un trabajo fácil, sino se quiere caer en el efectismo.
Sin embargo, se trata en el relato teatral en forma oblicua, de soslayo, cuando se da cuenta de que había algunos guardias, torturadores, que no tenían tanta maldad en su alma, como el que lo desata de un colgamiento (el famoso Pau de Arara) tormento que debía soportar toda la noche. Ello, porque no podían constatarlo los jefes, que volvían a su infame faena durante el día, y así permitir que la víctima pudiera dormir, acurrucarse, en un rincón del sitio de tortura y exterminio de Londres 38. Ese tormento debía retormarse en la madrugada cuando llegaban los titulares de la ignominia.
La obra muestra que la crueldad y el fanatismo no tienen límites y que puede llegar a doblegar la voluntad, los principios, los ideales, las lealtades que se sostenían, como la propia detención de Aguilera capturado en Avenida Grecia cuando Luz Arce, ex militante del Partido Socialista quien se transformó en colaboradora de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), lo reconoce en la calle y lo delata, llevándolo a un infierno del cual no supo, no sabía si saldría con vida.
A pesar de todo el espanto, los prisioneros mantenían el buen humor, contaban chistes, el compañerismo se mantenía. Este símbolo de la fraternidad, se transmite cuando los actores sirven un vaso de vino tinto al público, ícono quizás de la redención del ser humano, de que el humanismo finalmente debe, puede imponerse.
El eje central de la obra es el relato de Mario Aguilera que denuncia a través del arte uno de los peores crímenes contra la humanidad, pero la obra le da respiro a través de distintos efectos, que van mostrando que el ser humano, es capaz de levantarse, de reconstruirse, sin olvidar, a pesar de la intolerancia, que da origen y hace surgir lo peor de la especie humana.
En la presentación del día sábado, numerosos colegas de Aguilera, de distintas generaciones, llegaron hasta el Teatro por la Vida para ver la obra, discutir, debatir, conocer parte de la vida de un profesional con un sentido del humor enorme, del cual nadie imaginaba el drama, la situación límite que le tocó vivir.
Hubo un promedio de 50 personas en cada función de «Caballito de Mar», poco importó la hora, la distancia y el fin de semana, incluso una vez terminada la función el publico se quedaba a compartir con los jóvenes actores de la Compañía Ciclo Teatro, ellos que dieron forma, le pusieron movimiento y música al testimonio del periodista Mario Aguilera, que ha contado su paso por centros de tortura y lugares de detención en los primeros años de la dictadura .
Muchos no conocían lo que le había tocado vivir, juntos a otros miles de sobrevivientes de aquellos años, es así como varios de sus colegas periodistas quisieron conocer ante el escenario lo que su colega guardó por tanto tiempo. Allí estuvieron Gustavo Manen, Felipe Leiva, Marcela Bruneaud, Flavia Cordella y Francesco Gazella entre otros periodistas, pero lo que llenó de emoción a los actores fue la presencia de Amanda Gonzalez, madre de Alejandro Parada, estudiante de Medicina Veterinaria, detenido desaparecido desde 1974, ya que en la obra se hace mención a su caso y se canta el tango que interpretó en Londres 38 estando vendado junto a sus compañeros y visto solo por los guardias que lo custodiaban.
Al finalizar la función del Domingo, hasta las bambalinas se acercó una mujer que viajó desde Conchalí para verlos actuar, Ana María Carreño, les mostró la foto de su hermano Iván que tenía 15 años al momento de su detención, y la foto de su padre Manuel Carreño 54 cuando ambos fueron detenidos el 13 de agosto de 1974, desde esa fecha los dos se encuentran desaparecidos, al ver las fotos y conocer la búsqueda de Ana María por más de 40 años, los integrantes de la compañía la envolvieron en un abrazo y la emoción de esa noche de invierno brotó en los ojos de todos. Así Caballito de Mar en Villa Grimaldi cumplió su objetivo, la memoria no se olvida.-