Saludamos a todas las trabajadoras y trabajadores chilenos en este 1º de mayo, un fecha medular en la épica lucha del movimiento obrero en contra de la explotación y la injusticia.

En Chile, la última conmemoración de un 1º de mayo en democracia ocurrió en 1973 y fue convocada por la Central Única de Trabajadores, CUT. Una vieja fotografía muestra a una columna de trabajadores marchando hacia la Plaza de la Constitución, expresando su apoyo al gobierno de Salvador Allende .

Hoy nos aprestamos a marchar en conmemoración de esta fecha histórica, pero todavía bajo un régimen democrático imperfecto, que en el ámbito laboral mantiene herencias fundamentales de la dictadura cívico-militar. La disposición que permite a los patrones extender los beneficios logrados por el sindicato a trabajadores no sindicalizados o incentivar grupos negociadores paralelos, es la norma más dañina impuesta en 1979 para reducir al movimiento sindical a su mínima expresión.

Abogamos porque este 1º de mayo de 2016 se den los pasos necesarios para terminar con las herencias de un régimen tan nefasto, para que los trabajadores puedan fortalecer sus organizaciones y en conjunto con otros movimientos sociales aportar a la construcción de un país verdaderamente democrático.

buquecito

Buquecito

El 3 de mayo de 1976, el buque manicero estacionado en la esquina de Catedral con Teatinos fue asaltado por civiles armados, quienes procedieron a secuestrar al capitán de la nave, MIGUEL LUIS MORALES RAMIREZ, a la fecha dirigente del Sindicato Profesional del Maní y el Mote con Huesillos. Puede que el nombre de esta organización llame a la broma, pero el ataque al buquecito no fue nada de gracioso. Formó parte de un operativo mayor de la DINA que tuvo dramáticas consecuencias.

Aquel mayo del 76 varios sindicalistas y dirigentes clandestinos del Partido Comunista fueron atrapados por la DINA, entre ellos Víctor Díaz, obrero gráfico, ex dirigente de la CUT y máximo dirigente del partido en la clandestinidad. Díaz, junto con otros dirigentes comunistas pasaron por Villa Grimaldi, pero desde ahí fueron trasladados a un recinto aún más secreto e infernal, ubicado en la calle Simón Bolívar, donde habrían sido asesinados y luego lanzados sus cuerpos al mar o a fosas secretas.

El barquito de Miguel al parecer quedó abandonado en un estacionamiento cercano a la esquina donde recalaba. Alguien quizá lo tomó y lo siguió trabajando. Pero de su capitán original nunca más se supo. Se perdió en una de las peores tormentas de odio y terrorismo de Estado que ha sufrido Chile en su historia.