Durante el mes de abril se presentaron cinco funciones de ‘La casa de Granada’ en el Parque por la Paz Villa Grimaldi, trabajo que a partir de los personajes femeninos de las obras de Federico García Lorca, refiere a todas las formas de violencia contra los cuerpos de las mujeres.
Un trabajo que según señaló su directora Macarena Baeza, docente universitaria y especialista en teatro barroco, es una experiencia escénica diferente donde el público recorrió el Parque por la Paz Villa Grimaldi recuperando los cuerpos de las mujeres de García Lorca, de las chilenas que pasaron por este lugar entre 1974 y 1978, y también para hablar de la violencia actual perpetrada contra la mujer.
Para Baeza, la experiencia fue increíble. “Creo que nunca nos había pasado algo tan profundo, y sobretodo en el diálogo con el público al final, donde pudimos ver como las temáticas de la obra la gente las quiere hablar, y el teatro tiene que ver con el encuentro, y en ese encuentro que hemos tenido con el público, nos dimos cuenta que la obra los conmociona mucho, hay gente que no puede hablar, porque está muy emocionada”, explica.
Añade que “la gente joven queda muy silenciosa. La gente mayor necesita contar, y la gente joven los escucha, lo que es muy bonito, porque muchos son los protagonistas de las cosas”. Además Baeza señala que un comentario reiterado “es como la obra en el Parque, de alguna forma, a pesar de que este lugar es precioso, la gente siente que le cambia un poco el sino al espacio, como de un espacio de muerte a un espacio para compartir, para encontrarse, para hablar, y comunicarse”.
En relación a las temáticas de la obras y las reflexiones con los asistentes, la directora indica que muchos de los temas que podrían pensarse del pasado, por estar basados en personajes del siglo pasado, siguen estando vigentes. “Cuando trabajamos en la obra un hecho que nos movió es el de la violencia de género hoy, y nos dimos cuenta, en una especulación que hacíamos que la misma psicopatía presente en los torturadores, es la misma de un hombre que le puede sacar los ojos a su mujer y dejarla tirada en el medio del frío. Entonces hay que darse cuenta que esto no es pasado, sino que es presente, y es futuro. Y no podemos plantearnos solamente para que estos hechos nunca más ocurran en el contexto de una dictadura, sino para que no sigan pasando hoy en otros contextos, como el de las relaciones de pareja”, añade Baeza.
Explica que mientras realizaban el trabajo de escritura de la obra pasó lo de Nabila Rifo, y “ nos dijimos porque tenemos que hablar solo desde Lorca, si están matando y haciendo daño a mujeres en nuestro país, acá al lado de nosotros, y luego el 31 de diciembre de 2017 aparece el cuerpo dentro de un pozo Diana Quer, una chica madrileña asesinada”. Eso, añade, “nos ratificó que hay permanencias, que son cosas que no han pasado”.
Para la docente y directora, este trabajo, y otros anteriores, le ratifican que en el escenario actual de la sociedad chilena, el teatro juega un papel significativo, como un espacio que educa, “no en el sentido de que adoctrina sino que se convierte en el espacio donde la gente puede reflexionar, porque para poder cambiar un uso o una costumbre, uno tiene que saber que la tiene, y creo que en la historia del teatro, siempre ha sido el espacio para los relatos, siempre ha sido el espacio para contar cuentos y cuentos que siempre tienen que ver con uno, aunque estén ambientados en el siglo uno”.
Añade que algunos definen al teatro como un espacio político, “y creo que el teatro es político, porque educa, y porque permite que haya una luz donde antes hubo oscuridad. Creo que ese es el lugar del teatro, poner luz donde hubo oscuridad, y a mi me interesan las historias de mujeres justamente porque son las historias que no se saben… si se sabe poco de las historias de los hombres en dictadura, imagínate lo que pasa con las de las mujeres”.
Indica finalmente que el “teatro juega un rol clave de rescatar memorias que no se han querido exponer. El teatro puede traer al presente historias que han ocurrido hace mucho tiempo y que se siguen discutiendo hoy, movilizar esas conciencias y a los movimientos sociales”. Un ejemplo, señala, es la obra de Guillermo Calderón sobre el caso de Jorge Mateluna, que “sino se hubiera presentado el caso no estaría actualmente en la corte, entonces no es posible pensar que el teatro no tenga nada que hacer en vida social y política de los países. Tiene mucho que hacer pero hay que proponérselo”.