En una emotiva ceremonia, el Arzobispado de Santiago instaló una placa en reconocimiento de los sacerdotes, religiosos y laicos hombres y mujeres que, participando en distintas organizaciones, se hicieron presentes en la lucha por los Derechos Humanos durante la dictadura civil-militar. 

En la actividad se destacó el papel fundamental que jugaron entidades como el Comité de Cooperación para la Paz en Chile, Comité Pro Paz, que constituido por representantes de la Iglesia Católica; las iglesias evangélicas (Metodista, Bautista, Evangélica Luterana, Ortodoxa, Metodista Pentecostal); de la comunidad Israelita y del Consejo Mundial, dio asistencia jurídica, económica, técnica y espiritual a todos los chilenos y chilenas que sufrían persecución política, llegando a atender a 8.718 familiares de detenidos desaparecidos.

Se dirigió a los presentes el sacerdote Daniel Panchot Schaefer, quien siendo miembro del Comité Pro Paz, fue detenido en noviembre de 1975 y llevado al a Villa Grimaldi, donde estuvo incomunicado dos semanas. Cuando logró ser liberado comenzó un largo exilio, retornando el 2011 a nuestro país.

En sus palabras, el sacerdote recordó las múltiples amenazas que sufrieron diversos integrantes del Comité Pro Paz, muchos de los cuales –como él- estuvieron detenidos en campos de prisioneros como Cuatro Álamos o permanecían desaparecidos por días y que realizar esta actividad este día en que Villa Grimaldi cumple 30 años de su apertura al público, es una manera de comprometerse con un futuro solidario y respetuoso de los derechos humanos.

“La idea de colocar esta placa –señaló Daniel Panchot- es dejar constancia del compromiso de personas de distintas iglesias que, motivadas por su fe, se arriesgaron por defender la integridad de personas que se sentían amenazadas durante la triste dictadura de Pinochet y, como consecuencia de ello, muchos sufrieron la represión y persecución” 

En ese sentido –recordó el sacerdote- “la iglesia no tuvo ningún privilegio ni trato especial y este homenaje es para quienes entregaron sus mejores fuerzas por defender al perseguido y esto lo hicimos por el amor a Jesús; él nos enseñó y nos mostró cómo actuar, aunque eso puede traer algunas consecuencias”, enfatizando que “tengo la esperanza de que sirva de ejemplo a las nuevas generaciones para que se comprometan a luchar por un país más justo, respetuoso y amorosoy que esta placa “es un grito visible para que este pasado nunca se repita y que el compromiso con los derechos humanos sea permanente en la vida del país.”.

Por su parte, el obispo auxiliar de Santiago Monseñor Álvaro Chordi, señaló que “hoy estamos en Villa Grimaldi, un lugar donde el horror del pasado no puede ni debe ser olvidad, conmemoramos el Día Internacional de los Derechos Humanos proclamado por las Naciones Unidas, descubrimos y bendecimos esta placa, para rendir homenaje a quienes lucharon por la vida y dignidad de las personas, agregando que “hoy nos reunimos en este lugar cargado de memoria, en el que los ecos del sufrimiento y la injusticia claman por verdad, justicia y reparación, en una ceremonia que, más que un acto simbólico, es un compromiso con nuestra historia y con la defensa inquebrantable de los derechos humanos, tal como nos lo exige nuestra fe”.

Agregó Monseñor Chordi que “en el Evangelio de hoy, Jesús nos recuerda que los seguidores de su mensaje no están exentos de persecución; más aún, nos asegura que esas pruebas se convierten en oportunidades para dar testimonio de la fe. “Manténganse firmes y se salvarán”, nos dice”, puntualizando que “esa firmeza es la que honramos hoy, en los trabajadores del Comité Pro-Paz y de la Vicaría de la Solidaridad, en las personas comprometidas en organizaciones de Derechos Humanos como las agrupaciones de Familiares de Detenidos-Desparecidos, de Ejecutados Políticos, y de tantas otras, además de ciento o quizás miles de agentes pastorales y personas de buena voluntad que, desde su lugar, fueron testigos de la verdad y la justicia”.

En la actividad también dieron sus testimonios los ex trabajadores del Comité Pro-Paz, Álvaro Varela y Pancho Ruiz, quienes recordaron que su trabajo estuvo inspirado por la fe y el compromiso cristiano, lo que les permitió desafiar el miedo y la represión para brindar apoyo a las familias de detenidos y desaparecidos, finalizando con la presentación musical de Julia Robert, quien se acompañó de la viola de amor, un hermoso instrumento barroco cuyas notas acompañaron con emotividad el cierre de esta ceremonia.


Julia Robert