Este 27 de julio se cumplirán 50 años del secuestro del sindicalista y dirigente del Partido Socialista Joel Huaiquiñir Benavides, casado, dos hijos, vecino de la Población Nueva Palena de Peñalolén. Su caso destaca por la crueldad de sus raptores, agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), quienes cinco días después de secuestrarlo, lo llevaron amarrado con alambres hasta su domicilio e hicieron que sus hijos le dieran un beso de despedida.
El 9 de agosto, la prensa publicó la noticia del descubrimiento en las cercanías del mineral El Salvador de un supuesto arsenal de armas y explosivos, las que estaban destinadas a “hacer volar cuarteles, comisarías e instalaciones militares…». El responsable “confeso” de este acopio de armas era, según sus secuestradores, Joel Huaiquiñir, alias el “Huaico”.
La verdad, sin embargo, era muy distinta; luego de su rapto, Joel fue llevado al recinto secreto de la DINA en la calle Londres 38, donde lo vieron varios prisioneros que después salieron en libertad; entre ellos, el periodista Mario Aguilera Salazar. Luego, el 19 de agosto de ese año, Huaiquiñir fue trasladado con un grupo de prisioneros al Campamento Cuatro Álamos, donde fue sacado días después rumbo “al sur”, según comentó un guardia.
Si bien las autoridades reconocieron la detención de Joel Huaiquiñir e informaron a la familia que había sido puesto en libertad el 14 de septiembre de 1974, el sindicalista nunca más apareció hasta el día de hoy.
“Denle un besito al papá”
Vladimir, el hijo menor de Joel, era muy pequeño para recordar la traumática escena que protagonizaron el 31 de julio con su padre tirado en el piso de aquel auto y amarrado con alambres. Pero su hermano mayor, Joel, recuerda la situación y el momento en que un agente lo toma y lo obliga a dar un beso en el rostro a su progenitor y se emociona al darse cuenta a tan temprana edad de la maldad de los represores y del hecho que a su padre lo estaban torturando sicológicamente, amenazándolo con hacerles daño.
Vladimir formó parte de la Asamblea de Derechos Humanos de Peñalolén y fue uno de los primeros en descubrir la demolición de la Villa Grimaldi y el intento de construir un condominio en sus terrenos. Esa información motivó la primera manifestación en las afueras de la villa e inició un proceso que dio nueva vida al espacio y culminó con la inauguración del Parque por la Paz el 22 de marzo de 1997.