Al cumplirse cuatro años del estallido social de octubre de 2019 abundan las críticas en torno al fenómeno. Lo que más recuerdan y repiten los medios de comunicación son los incidentes y enfrentamientos con las fuerzas policiales, contribuyendo a postergar la reflexión en torno al evento y a las demandas por la cuales la ciudadanía salió a las calles en todo el país.
Para el historiador y académico universitario Igor Goicovic, una fecha clave para entender el proceso fue el 15 de noviembre del 2019, día en que se firmó el llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”. En él “se instaló un sesgo respecto a la violencia, que subsume las demandas o reivindicaciones que se habían venido construyendo y manifestando en las calles. Más adelante, cuando se produce la derrota a la alternativa del apruebo en el plebiscito de septiembre de 2022, se acuña la noción condenatoria del octubrismo, como una forma de imponer que en el estallido lo único que ocurrió fue violencia desbordada sin proyecto político”.
“Posterior al acuerdo del 15 de noviembre, sostiene Goicovic, los sectores más organizados trataron de administrar las demandas que se habían venido manifestando, pero sin pretender necesariamente llevar a cabo un profundo proceso de reestructuración, por ejemplo, del modelo económico neoliberal u otros objetivos anhelados por diversos sectores movilizados, como los ambientalistas por ejemplo”.
Agrega el historiador, que “la administración acordada de este fenómeno social evidentemente no bastó, lo que generó las condiciones para que luego la movilización -que era más social que política- fuera perdiendo, primero, masividad y después se fuera diluyendo en los intersticios de la Convención Constituyente y en los procesos electorales posteriores”.
Para el académico “hubo alguna cuota importante de inorganicidad en la materialización de lo que podríamos denominar la protesta o la revuelta, pero también hubo bastante ingenuidad pretendiendo que solo la calle por si misma u ocupando el espacio público en este caso, iban a poder resolver los problemas profundos que atravesaba la sociedad chilena y que hoy día siguen estando bastante latentes”.
Nuevos estallidos
Para Igor Goicovic “la historia y los historiadores no constituímos una suerte de estado mayor de una reflexión colectiva que apunte en una misma dirección. Los historiadores nos posicionamos en torno a estos acontecimientos en función no solo de la disciplina y del rigor disciplinario -que es absolutamente relevante- sino que también desde nuestras propias percepciones, desde nuestra propias adscripciones, desde nuestras propias militancias y la perspectiva histórica en dónde yo me sitúo”. Esto explica que frente a los hechos de octubre de 2019 -agrega Goicovic- había posiciones absolutamente contradictorias, que iban desde un Sergio Villalobos a un Gabriel Salazar.
A juicio del historiador “es fundamental hacernos cargo de las contradicciones profundas que atraviesan a la sociedad chilena -a propósito de las inequidades del sistema capitalista- y que no solamente no se han resuelto sino que, empujadas por la pandemia, se han profundizado”. Por ello, enfatiza, “en tanto no lo asumamos, difícilmente vamos a destrabar los problemas institucionales y políticos que arrastramos y mientras no existan alternativas que tengan algún carácter programático que efectivamente se hagan cargo de esas inequidades y que también sean capaces de darle un sentido responsable de conducción política del aparato del Estado, evidentemente los déficit se van a seguir acentuando”, aseverando finalmente Goicovic que “es posible que cada cierto tiempo sigamos asistiendo a eventos de esta naturaleza, con los mismos niveles de violencia y de espontaneidad, pero sin la capacidad real de darles una solución,a lo menos, a mediano plazo”