Por Teresa Frías
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La periodista Marcia Scantlebury, actual vicepresidente del directorio de Televisión Nacional de Chile y directora del Museo de la Memoria, entrega los detalles en exclusiva a Cambio21 de su detención y los eternos días pasados en los centros de tortura ideados por la dictadura de Pinochet. La profesional de los medios estuvo detenida más de nueve meses en distintos centros de tortura y luego fue liberada sin cargo alguno
El juez Leopoldo Llanos dictó acusación contra 11 ex agentes de la DINA, aparato de represión de la dictadura de Pinochet, por las torturas que sufrieron 36 víctimas en el centro de tortura de Villa Grimaldi, en una lista en que destaca la periodista y actial vicepresidenta del directorio de Televisión Nacional de Chile (TVN), Marcia Scantlebury.
La profesional fue una de las cientos de personas que permanecieron en Villa Grimaldi, escenario de macabras torturas para intentar obtener información sobre otros compañeros en los albores de la dictadura de Augusto Pinochet. Todo por pensar distinto de gobernates de facto de derecha.
A diferencia de muchos que no resistieron los brutales apremios, murieron y sus cuerpos fueron hechos desaparecer, estos, junto a los otros considerados en esta resolución, como la también periodista Gladys Díaz y el antropólogo Osvaldo Torres, lograron sobrevivir y sus casos comienzan a conocerse judicialmente con detalles escabrosos, pero de una humanidad infinita.
Marcia Scantlebury, asegura en entrevista con Cambio21 que «mi demanda data de 1998. Ya antes de la detención de Augusto Pinochet en Londres nos reunimos un grupo de ex presos para ver qué podíamos hacer, pero sin muchas esperanzas de que algo así prosperara».
«Simplemente, queríamos mantener vivo el recuerdo de lo ocurrido e invitar a no olvidar y a perder el miedo. A la notaría llegamos 14: («los 14 de Villa Grimaldi»). Después se sumaron otras víctimas y, como puedes ver, hemos esperado muchos años…yo he ido mil veces a declarar aquí e incluso en Italia donde el juez Gian Carlo Capaldo quien trabajaba también en estos temas y he concurrido al Servicio Médico Legal para ser examinada e interrogada. Pero estoy convencida de que la justicia tarda pero llega», declaró en conversación con Cambio21.
La actual directora del Museo de la Memoria, agregó que «este ha sido el momento en que la justicia se pronuncia», agregando que «en este tipo de experiencia siempre hay un antes y un después. Lo vivido y la tortura en particular, te convierten en otra persona. Para mí, antes de haber pasado por Villa Grimaldi y por los campos de concentración de Tres Alamos, Cuatro Alamos y Pirque, el odio era un concepto intelectual. Sin embargo la tortura es una devastadora humillación que te marca para siempre. Te avergüenza, te hace sentirte sucia, te margina, haciéndote mirar la vida desde afuera. Sientes que no formas parte de los vivos y te consideras culpable de no haber muerto como los demás».
La tortura de la humillación
En primera instancia, Marcia relata el momento en que fue detenida: «Me encontraba en mi casa de Lo Gallo, ayudando a mis hijos a hacer sus tareas escolares, cuando una patrulla de la policía política (la DINA dirigida por Manuel Contreras) irrumpió violentamente y me conminó a subir a un vehículo. Uno de mis captores me cubrió los ojos con esparadrapo y un par de anteojos para el sol. Entonces, la camioneta de vidrios polarizados inició una enloquecida carrera que concluyó frente a un recinto que, deduje, por el declive del terreno y el frío implacable, estaba ubicado a los pies de la cordillera».
«Las manos ásperas del conductor me empujaron con violencia fuera del vehículo. Luego, atravesé a tientas el umbral de un portón y me quedé parada, tiritando de miedo ante un paisaje invisible, tratando de descifrar los misteriosos sonidos que contiene el silencio. El viento helado penetraba sin piedad el delgado cuero de mis botas y empecé a escuchar, como en un macabro concierto, gemidos intermitentes, llantos ahogados y un escalofriante y prolongado alarido», detalló.
«Serán animales» quise pensar. «Miré al suelo por una ranura de la venda que me cubría los ojos y divisé las bellas baldosas italianas. En ese instante comprendí que había llegado a la antesala del infierno. Estaba en la Villa Grimaldi, el centro clandestino de torturas más famoso de Chile«, recordó la periodista.
A ello, agregó que «una de las gendarmes me tomó de la mano y me condujo hacia un recinto lateral. Allí, sin más preámbulos, comenzó a desnudarme con rapidez y malos modos, mientras otra mujer, con voz de tediosa rutina, iniciaba el inventario de mis pertenencias. «Tres billetes, una cadena con una cruz de plata, un pañuelo para la cabeza, medio paquete de cigarrillos, un encendedor, una libreta de direcciones…»
«Cuando abandoné la Villa, luego de 23 largos días de implacables y sádicos interrogatorios y de las largas sesiones en que me aplicaban electricidad en todo el cuerpo, yo era otra persona», dice.
¿Sintió miedo cuando se la llevaron, creyó que moriría?
Pánico. A pesar de que pensé que estaba preparada para esto, una nunca lo está. No hay nada más aterrante que la incertidumbre y el no conocer tus propios límites de resistencia. Desde esa noche oscura que me impuso la venda con que me cubrieron los ojos, miré hacia atrás buscando inútilmente un poco de luz y pensando que no vería a mis hijos crecer y que, quizás no volvería jamás a ese lugar.
¿Cuándo era torturada, de qué forma lo era y quienes eran los responsables de esas agresiones?
Un grupo de hombres feroces y vulgares, abusadores sexuales, bestias. Y otros más sofisticados y pérfidos, que dirigían estas sesiones con precisión y distancia como Krasnoff y Moren (ambos oficiales del Ejército). Lo que impresionaba eran las mujeres que participaban en estos ritos sangrientos. Ellas recibían a las detenidas, nos desnudaban, anotaban nuestras pertenencias y luego, se ensañaban mientras nos aplicaban electricidad en «la parrilla» (catres) gritando obscenidades e insultos. Una de ellas, me rajaba la cara con sus llaves, mientras yo esperaba que me trasladaran desde la Villa Grimaldi a Cuatro Álamos, aparentemente por pura entretención o mero aburrimiento. Otra, me sacó un día de la pieza en que permanecíamos antes de las sesiones de tortura y, con delicadeza, me sacó la venda de los ojos y me pidió que, «como yo era mamá», la ayudara a recuperar los puntos del tejido de un chalequito de guagua que tejía. La miré y tenía alrededor de siete meses de embarazo.
¿Cuanto tiempo permaneció detenida?
En torno a nueve meses, pero, de estos, estuve mucho tiempo incomunicada en Villa Grimaldi.
Con tanta tortura, y momentos fuertes, ¿alguna vez pensó en revelar información con tal de poder salir de ese lugar?
Es evidente que una contempla esa posibilidad, pero yo no habría podido vivir con el dolor de haber entregado a otros que hubiesen sido torturados o desaparecidos por mi culpa. Cómo vives la vida después con ese dolor y esa vergüenza. Sin embargo, no se me pasaría por la mente juzgar a quienes no resistieron. Una misma no sabe cuáles son sus límites.
A tantos años de lo sucedido, ¿cuál es su postura a que personas como Krassnoff o Contreras estén detenidos?
No tengo odio, pero tampoco perdono a quienes jamás han pedido perdón o contribuido a conocer la verdad, a darnos información que ayude a encontrar a nuestros muertos. Que finalmente se haga justicia.