Palabras de Alejandro Núñez, presidente del
Directorio de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi

Muy buenas tardes, a todas y todos. En nombre de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, saludamos esta jornada de homenaje a Miguel Enríquez, quien fuera secretario general del MIR, y uno de los líderes más importantes de la izquierda y el movimiento popular chileno.

Este sitio de memoria forma parte de la historia del país, de la izquierda y del MIR. Cientos de sus militantes, simpatizantes, ayudistas y dirigentes resistieron y sufrieron los tormentos más brutales, otros lo intentaron sin poder sostenerse ante las atrocidades.

Acá está el lugar físico en donde se intentó de quebrar la resistencia popular y de la izquierda a la dictadura, pero es mucho más que eso, es la expresión del valor, la convicción y la decisión de seguir el combate, como lo demostraron cientos de militantes que posteriormente se revincularon a las luchas por derrocar a la dictadura. 

Miguel fue un ejemplo de esos valores de la militancia resistente.

Hoy vivimos tiempos confusos, inestables, de cambios radicales respecto del siglo XX, que demandan una reflexión profunda para comprender esta nueva realidad social, cultural, económica a nivel mundial y nacional. 

Miguel Enríquez, no conoció el efecto Reagan-Thatcher en la situación mundial, ni la caída del Muro y el fin del llamado bloque socialista, como tampoco vivió la neo-liberalización socialdemócrata con Clinton y Blair; no pudo evaluar el efecto del bombardeo a las Torres Gemelas en el corazón del viejo imperio norteamericano, ni la derivada autoritaria de la revolución sandinista. Y tampoco pudo asistir al desenlace que tuvo la lucha en contra de la dictadura y los déficits políticos y sociales de la transición.

Vivimos otra época, de mayores desigualdades sociales a nivel mundial, así como al interior de los debilitados Estados nacionales, las libertades siguen amenazadas y la frágil democracia liberal está acosada por la ultraderecha, el crimen organizado y las pandillas de empresarios sin escrúpulos.

Hoy necesitamos comprender qué puede ser la Revolución y cómo se hace, qué es ser reformista y si ambas categorías son excluyentes, como también que es la democracia y si esta es un puro instrumento de clases dominantes o incluye las conquistas populares y por ello los poderosos la liquidan cuando les conviene hacerlo, como en 1973 en Chile o en el Cono Sur, así como en otros lugares.

Un componente que permite mirar el futuro, considerando la biografía y militancia de Miguel y miles de miristas, es la vinculación estrecha entre la política y cierta ética que se relaciona con el compromiso con los desposeídos, con la irritación ante la opresión y la injusticia y por tanto, es una acción política que no busca el beneficio personal, ni el escalamiento social; era la entrega a un proyecto político para el país, que posibilitara concretar una sociedad socialista. 

El ejemplo de esa ética está en el sacrificio, a veces a sabiendas que la muerte estaba sobre nuestras cabezas y cuerpos, con tal de no doblegarse al opresor. Y esto no implicaba desconocer las correlaciones de fuerzas y cómo jugaban en nuestra contra, aunque su lectura no fuese siempre la más correcta.

Más allá de las interpretaciones de la política que desarrolló el MIR, en particular durante el período de la Unidad Popular, de la revolución con vino tinto y empanadas como (dijera Salvador Allende), es la contribución que en gran medida se fue reconstruyendo durante los años 80 de la resistencia, fue el vínculo con los pobres del campo y la ciudad, impulsando su organización, su presencia en la acción política, empoderando el desarrollo de sus reivindicaciones en unión con la lucha anti dictatorial. 

Incluso la rebelión social de 2019 nos entrega lecciones para construir una respuesta, aunque sea provisoria. 

Hoy se requiere repensar al sujeto social y político capaz de generar una fuerza cultural que reimagine un proyecto político para el país con una perspectiva socialista.

El norte socialista, luego de las experiencias de las revoluciones socialistas como las de liberación nacional, las que no implicaron el fin del capitalismo y la construcción socialista, al menos como estaba en el imaginario de los años 60, debe ser repensado. 

El socialismo es la idea de superación del capitalismo, que genera desigualdades, opresiones, alienaciones e impide la libertad a las personas y generar comunidades capaces de construir sus destinos. 

Construir ese camino ha sido difícil, sus bases están en la revolución francesa y su libertad, igualdad y fraternidad, que siguen siendo el pegamento básico de la acción política de quienes han luchado y seguirán esta senda de construir una sociedad más libre, justa y democrática.

Miguel fue un dirigente político en el que despuntaba un jefe de revolución, como dijeron algunos, pero antes que nada fue un cuadro con autonomía, pensamiento político propio, iniciativa y creatividad. Un hombre afectivo y leal hasta su muerte.

La historia nacional, más temprano que tarde, terminará reconociendo a Miguel Enríquez como uno de los líderes más lúcidos y consecuentes de una generación que aportó con su pensamiento y acción a la profundización y extensión de la lucha democrática, a la ampliación de los procesos de igualación social y democratización sustancial de la vida nacional y el sistema político institucional; al crecimiento del imaginario colectivo sustentado en la solidaridad, la cooperación, la libertad, la igualdad social, la inclusión y el bienestar material del «nosotros», del «todos».

Estas reflexiones nacen de un profundo compromiso por mantener presentes a aquellas luchas y militancias sociales y partidistas que lo dieron todo por su país y un ideario de justicia social y libertades. 

En esto, la Corporación Villa Grimaldi siempre estará abierta y disponible para que esos legados no se olviden y sean semilla de futuro.

Muchas gracias.