La revuelta social de octubre de 2019 trajo a la memoria de muchos sobrevivientes de la dictadura cívico militar chilena, una serie de prácticas y procedimientos represivos que muchos de ellas y ellos vivieron de forma directa. Y a partir de esas reflexiones, algunas y algunos han expresado lo que nuestra sociedad está enfrentando. Es el caso de Soledad Castillo, abogada, sobreviviente del cuartel Terranova de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), e integrante del directorio de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi.

“He hecho un análisis en relación a lo ocurrido con el nuevo estallido social, y siento que tuvimos un discurso por muchos años, y también reconozco en mí también haber mantenido ese discurso, del nunca más, pero nos equivocamos, y nos equivocamos en la práctica porque se ha vuelto a repetir”, indicó Castillo. Para la profesional, que trabaja en organizaciones de derechos humanos, el error estuvo en mantener un discurso teórico y académico sobre el nunca más, y añade que “nos equivocamos porque esto se ha llevado sólo a las aulas, y lo importante está en los relatos porque apuntan a la sensibilidad con el otro, con el dolor del otro, que es un hecho natural del ser humano“. 

Para Soledad Castillo “es muy importante que las personas conozcan realmente lo que ocurrió, no en lo general, sino en lo particular. El trabajo de la memoria tiene que ver con el ejemplo de vida de cada uno, el trabajo de la memoria tiene que ver con que alguien nos escuche, y así sepan que ocurrió en la práctica, que sepan que le pasó a cada persona, por qué, cuál fue el motivo, y qué daño provocó en cada uno de los seres humanos, la prisión, la tortura por el sólo hecho de pensar distinto…“.

Agrega que en lo práctica, lo hecho hasta ahora “no nos sirvió, por eso estamos sufriendo nuevamente la vulneración de derechos humanos, igual o peor que en la dictadura“. Y para ella, en este escenario, se vuelven muy importantes los sitios de memoria, “justamente porque la memoria debe permanecer y debe transmitirse a las nuevas generaciones, con los relatos de los sobrevivientes“.

Señala que ella tenía quince años al momento de ser secuestrada por la DINA, y que le resulta muy interesante compartir su experiencia con los más jóvenes, “por eso es tan importante el trabajo en mantener la memoria, en transmitirla a las nuevas generaciones y en esta época todavía estamos quienes estuvimos en primera línea en dictadura y podemos contar lo que nos ocurrió“. “Creo que hay que dar una vuelta al trabajo de memoria en derechos humanos y eso hay que acercarlo a todas las personas habitantes de esta nación y de todo el mundo, para que tengan la sensibilidad suficiente con el dolor y lo que significó la prisión, la desaparición y la tortura“, concluye.