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En la entrada de avenida Pedro de Valdivia del Estadio Nacional. En un estremecedor relato, la economista Marisol Bravo contó cómo los camiones de Textil Progreso fueron utilizados no sólo para trasladar prisioneros al Estadio Nacional, sino también para retirar cadáveres y luego abandonarlos en algún lugar de la ciudad, pero además para asesinar prisioneros al interior de los vehículos. “En la madrugada soldados se encargaban de baldearlos para borrar la sangre”, recordó.

Texto y fotos, Luis Fernando Arellano

Con un emotivo acto en la entrada al Estadio Nacional de Av. Pedro de Valdivia, la Corporación Estadio Nacional, Memoria Nacional, inauguró un monumento en homenaje a los cientos de trabajadores de los Cordones Industriales de Macul, Vicuña Mackenna y Cerrillos y Maipú que fueron hechos prisioneros por las tropas golpistas y llevados en masa al coliseo deportivo, convertido en el principal campo de concentración de la dictadura.

En la actividad, la presidenta de la corporación, Wally Kunstmann, agradeció al arquitecto Carlos Durán por plasmar en la imponente obra los testimonios y sentimientos de quienes fueron prisioneros y prisioneras del recinto.

El monumento consiste en dos bloques de hormigón que simulan un pavimento levantado por un árbol que crece entre ellos y se instaló en la entrada de Av. Pedro de Valdivia del estadio.

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Por este acceso fueron ingresados los trabajadores, muchos de ellos en pésimas condiciones físicas o agónicos producto de los maltratos y torturas que recibieron de sus captores -narró Kunstmann- ingresaron buses y camiones de la FACH y de la empresa Textil Progreso, con cientos de compañeros. Por estas puertas pasó el dolor y también el miedo, pero sobre todo pasó la impotencia, la tremenda impotencia de no haber podido defender a nuestro gobierno, fruto de tantas luchas y desvelos. Por aquí pasó prisionera el alma de Chile, pasó el más puro amor de los hijos de esta patria», agregó.

Por su parte el arquitecto Carlos Durán, creador de la obra, relató el proceso que implicó llegar a la propuesta final tras escuchar los testimonios de los ex prisioneros y prisioneras.

Ellos empezaron a narrar lo que fue su ingreso a este estadio, recordaron los trayectos boca abajo en los camiones, los trayectos con frazadas en la cabeza. Contaron sus recuerdos y aquello que no se acordaban y, de no saber realmente quienes murieron aquí. En este lugar se cargaron cuerpos en camiones, pero no se sabía de quienes eran”, relató.

En otros campos de concentración sabemos al menos los nombres de las víctimas, pero aquí no. Además este lugar ha seguido siendo un estadio, donde se han repuesto una y otra vez los pavimentos y se han pintado las murallas, cubriendo la verdad. Por eso, traté de plasmar esa verdad que surge de la tierra y rompe los pavimentos, como lo hace el pimiento que está dispuesto entre los bloques”, resaltó.

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Por último, el arquitecto expresó que no traía un discurso escrito, que el relato estaba allí, señalando su obra.

A la economista Marisol Bravo, ex interventora de la empresa Loncoleche, situada en el Cordón Vicuña Mackena, le correspondió testimoniar sobre el quehacer de estas organizaciones obreras. Según Bravo, los cordones fueron organizaciones de trabajadores que nacieron en diversos barrios industriales de Santiago y regiones a partir de 1972, como respuesta a la fuerte ofensiva derechista en contra del gobierno de Salvador Allende.

El primero en organizarse es el Cordón Cerrillos-Maipú, donde se verificaban sabotajes a la producción por parte de los dueños de varias industrias, acaparamientos y traspaso de productos al mercado negro.

El segundo en importancia fue el de Vicuña Mackenna, surgido en octubre de 1972, a partir de los sindicatos de Cristalerías Chile, ElecMetal, Mellafe y Salas, Ronitex y otras empresas del sector. En septiembre de 1973 el cordón sumaba unas 100 empresas de diversa envergardura.

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En su texto, Marisol Bravo bravo recuerda a los miles de trabajadores de los cordones que se tomaron las industrias y luego se movilizaron a la Alameda en señal de respaldo, para el tanquetazo del 29 de junio de 1973. Esta acción de resistencia básica fue repetida con ocasión del golpe de septiembre y nuevamente los obreros se concentraron en sus empresas, pero esta vez fueron objeto de allanamientos, bombardeos y ametrallamiento como el efectuado el día 12 en contra de la empresa Luchetti. En este lugar no había armas y sus ocupantes debieron refugiarse como pudieron de la balacera, luego fueron allanados, golpeados y pisoteados y algunos, los que se identificaron como dirigentes sindicales, quemados con cigarrillos.

A las mujeres -narró Marisol- nos separaron y vimos cómo a los hombres se los llevaban ensangrentados pero con el puño en alto gritando venceremos. A nosotras nos concentraron en el comedor de la empresa, allí vimos el cadáver de una compañera proveniente de la cercana población Erick Schnake. En el charco de su sangre se veían restos de comida. Custodiadas por carabineros logramos calmarnos y organizarnos y al día siguiente nos permitieron abandonar la fábrica”, detalló.

El relato de la economista da cuenta de numerosos asesinatos, de estudiantes, fusilamientos de dirigentes sindicales y luego la concentración de trabajadores prisioneros en el Estadio Nacional.

En un estremecedor recuento indicó que “los mismos camiones de Textil Progreso, son utilizados para trasladar prisioneros a este estadio. Eran vehículos multifuncionales. No solo retiraban cuerpos del Estadio, para abandonarlos en alguna parte, sino que también llevaban grupos de prisioneros a la muerte, todo en el mismo camión. Aparecían al atardecer, al mando de militares, que entraban por la calle Marathon estacionándose en un lugar tras los árboles. Al poco rato salían con su carga humana. En la madrugada soldados se encargaban de baldearlos para borrar la sangre de los vehículos”.

Comandos del ejército, grupos de militares de la FACH y carabineros, fueron quienes allanaron la mayoría de las industrias del Cordón Vicuña Mackenna y detuvieron a centenares de compañeros con gran violencia, con resultado de varias personas muertas, según el testimonio de algunas mujeres. No sabemos el número de estas personas”, puntualizó.

Marisol Bravo terminó su relato señalando: “para mi (el golpe) significó el término de un proceso revolucionario que tres generaciones lucharon por construir. Nunca el pueblo ha vuelto a tener un papel tan protagónico como en aquella oportunidad. Fue el período más hermoso e importante de mi vida. A pesar del resultado me siento orgullosa de haber estado activamente presente en este momento histórico”.

Tras los discursos fue descubierta la placa del memorial, dándolo por inaugurado, erigido en homenaje a los trabajadores de decenas de fábricas, que aquel 11 de septiembre intentaron resistir y defender no solo al gobierno de Allende, sino la plena democracia en Chile.

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